Las personas que hemos tenido miedo a decir no sabemos lo difícil que puede llegar a resultar expresar una palabra tan sencilla.
En nuestra educación occidental es más aceptado el SI que el NO. Ya de niños recibir un no por respuesta a nuestras demandas, no es bien acogido por lo general. Así pues, es tan importante aprender a recibirlo como a darlo.
Nuestra relación con la negación es algo que vamos desenredando con las etapas del desarrollo, y está íntimamente ligado al respeto, a la empatía y a la compasión, propias y ajenas. Las personas que desarrollan una buena relación con la negación, adquieren asertividad, la capacidad de comunicarse de forma equilibrada y sostenible.
El no en la vida puede resultar un argumento agresivo para muchas personas, sobre todo a las altamente introvertidas y tímidas. Pero desarrollar la capacidad de decirlo, es cuestión de historias, de estrategia y, por supuesto, de tacto.
La búsqueda incesante de amor riega de síes lo que en realidad son noes.
La necesidad de aprobación y valoración nos disfraza de animales exóticos, siempre pretendiendo más que siendo… La hermosa delicadeza de un no seca de golpe las heridas ocasionadas por un si impuesto.
La imagen que tenemos de nosotros mismos ha sido construida a base de historias que, aunque vienen de fuera, hablan de nosotros, de quienes somos, y lo asumimos casi sin divagar. Poniendo consciencia en nuestro diálogo interno seremos capaces de alterar esas historias, y a su vez, esa identidad nuestra.
En nuestra estructura social no luchamos por el no, estamos tan acostumbrados a asumir la rendición sin condiciones, que acogemos el sí porque sí, porque es lo que toca. Vivimos sometidos a las necesidades ajenas. Nuestra vida laboral exprime y usa al máximo nuestras horas, conquistando las fronteras de la vida privada, sin preguntar, sin pedir permiso, sin remunerar.
Tenemos que ir poco a poco reconquistando la capacidad de decir no, de poder expresar de forma amable nuestras propias necesidades y fronteras. No somos vulnerables por decir que no a algo o a alguien, al contrario, se trata de un empoderamiento personal y social.
Por otro lado, nuestras relaciones personales están inundadas de movimientos que atentan directa o indirectamente contra la autoestima. Muchas veces en las aulas está tan aceptada ésta forma agresiva de comunicación, que si le cambias el rol de control a un bully, toda la armonía del aula puede llegar a desestabilizarse. Los roles de control tan asumidos, dejan de generar estímulos de protesta, de querer cambiar las cosas. Por eso es tan importante la reconquista amable del no, cambiando la violencia por dulzura.
Se puede expresar amablemente una negación. No es necesario empezar una guerra para ser capaces de decirlo. Cuando un no requiere de una batalla para poder expresarse o, sencillamente, para no ceder a una demanda, es muy probable que se resista a manifestarse.
Hay mil maneras de danzar con los invariables noes de la vida…no porque me amo, no porque te amo, no porque duele, no porque no siento, no porque si siento, no porque no, no porque si… por favor no, no gracias, simplemente no.
Decirlo de forma amorosa, danzante, amable, tierna, simpática y sincera…es posible. Es posible decir un no que no hiera, y además es muy posible lanzar noes que construyan y transformen.
No olvides que tu no es tuyo, y el receptor que lo toque es libre de usarlo al gusto, pero tu no sigue siendo tuyo.
Textos: Elvira López del Prado, life coach