Las pastas de dientes son muy populares, las usamos con frecuencia y sus brillantes tubos se encuentran prácticamente en todas las viviendas. Su publicidad es también imaginativa, el discurso televisivo promete corazas contra la caries. Hasta el punto que se empieza a creer que para evitar las enfermedades dentales todo lo que hay que hacer es elegir un dentífrico adecuado, cuanto más sofisticado mejor. Vamos a ver si esas promesas son ciertas en este artículo, en el que proseguimos el iniciado sobre odontología no agresiva de Integral 452.
Textos: Redacción de Integral
con informaciones de Octavi Piulats, Jaume Rosselló y Laura Torres. (médico naturista)
Vamos a ver pues el contenido de las principales pastas de dientes del mercado nacional, porque el resultado no deja de ser sorprendente. Los dentífricos actuales no solo no previenen la caries, sino lo que es peor, pueden contribuir a provocarla. Con algunas excepciones, la mayoría de las pastas de dientes contienen agresivas sustancias químicas capaces de dejar un amargo sabor de boca.
Influyen tres factores
A principios del siglo XX empezó a registrarse cierto incremento en el sector cie las enfermedades dentales, tendencia que a principios de los años cincuenta se consolidó en todo el continente. En la actualidad, la Organización Mundial de la Salud afirma que la caries dental afecta a más del 90% de la población, no ya europea, sino mundial. Gran parte de las poblaciones juvenil e infantil la padecen, lo cual hace veinte años era insólito. De acuerdo con la opinión más generalizada entre los científicos, tanto el origen de la caries como su reciente expansión se deben a diversos factores. En primer lugar, aparece como determinante el factor hereditario.
Existen personas que parece que pueden permitirse todas las licencias con su dentadura, mientras que otros, en edades tempranas y a pesar de una buena higiene bucal, ya necesitan de la cirugía dental. Tras el factor hereditario y en importancia decreciente encontramos el factor alimenticio.
Entre los expertos en nutrición existe unanimidad al reconocer que una alimentación natural, equilibrada y sobre todo rica en vitaminas y sales minerales es básica para mantener una dentadura sana y en pleno funcionamiento.
Desgraciadamente, la dieta de la sociedad de consumo, basada en productos refinados, alimentos artificiales y, sobre todo, muy rica en azúcar es, como veremos, responsable en gran medida de la repentina expansión de la caries por todo el mundo.
Por último, el tercer factor de la etiología de la caries está relacionado con la higiene bucal y dental, es decir, con la limpieza y cepillado de nuestros dientes.
Caries y parodontosis
En nuestra mucosa bucal existe una profusa flora microbiana, compuesta tanto por bacterias beneficiosas como nocivas para el organismo. Esta flora microbiana se halla controlada por la acción del antiséptico natural que es la saliva, la cual inhibe el desarrollo de las bacterias perjudiciales para la salud dental a través del mantenimiento del equilibrio ácido-base en la mucosa.
Después de las comidas se incrementa la posibilidad de que este equilibrio se vea amenazado, ya que los residuos de la secreción de la masticación de los dientes, así como las partículas que no han sido englutidas, se empiezan a adherir al esmalte de dientes y muelas, formando lo que en lenguaje técnico se conoce como la capa o placa bacteriana; capa que por cierto puede ser percibida con las papilas de la lengua como una fina pátina sobre los dientes. Si dicha capa no fuese eliminada por el cepillado diario dental, al cabo de varios días se endurecería y acabaría por formar el temido sarro, duro como el cemento y que solo puede ser extraído por la acción mecánica del dentista.
En esta capa proliferan las bacterias de cuyo metabolismo se desprenden ácidos, que, a su vez, al reaccionar sobre el medio, inician una acción destructiva sobre el esmalte de los dientes.
Si siguiéramos una dieta basada en productos naturales, rica en frutas y en alimentos crudos, la fermentación de residuos de comida y la acidificación del medio sería más fácilmente controlable por la acción antiséptica de la saliva; pero la dieta actual, en donde predominan los azúcares y las partículas de elementos proteínicos, que suelen adherirse como pegamento a muelas y dientes, constituye un caldo adecuado para la difusión de las bacterias. Si el esmalte no está entonces en muy buenas condiciones, es muy probable que los ácidos penetren en él y al cabo de cierto tiempo provoquen la aparición de una zona descalcificada, en la que se instalará la caries.
El laurilsulfato, presente en numerosos dentífricos, perjudica a las bacterias beneficiosas de la boca y hace que los dientes pierdan resistencia ante la acción de los ácidos.
Capa bacteriana y dentífricos
La segunda enfermedad que afecta con más frecuencia a nuestros dientes, la parodontosis, también está en parte relacionada con la capa bacteriana. La parodontosis consiste en una infección de la encía por la cual ésta desaparece progresivamente, lo que acaba por amenazar la raíz del diente.
En la parodontosis, aparte de factores hereditarios desencadenantes, como una hiperfunción endocrina, diabetes o la falta de hierro o vitaminas, también desempeña un papel coadyuvante ta mala higiene bucal y la aparición del sarro.
Partiendo de la premisa de que la mala higiene bucal es un factor coadyuvante en la aparición de caries y parodontosis, está perfectamente justificado efectuar un cepillado de los dientes después de cada comida. Dicho cepillado tiene por objeto disolver la capa bacteriana que se ha ido formando sobre nuestras muelas y dientes, potenciando así la acción antiséptica de la saliva.
La simple acción mecánica del cepillo sobre nuestros dientes elimina algo más del 50% de dicha capa; si al cepillado se le añade un dentífrico, la acción de arrastre del cepillo se potenciará al máximo.
En otras palabras: en el marco de los diversos factores de los que depende nuestra salud dental, la pasta dentífrica es el último eslabón, pero en ningún caso la higiene dental depende esencialmente de ella. Por tanto, la industria del dentífrico, cuando a través de la publicidad presenta la elección del dentífrico como algo fundamental en la prevención de caries y parodontosis, nos muestra el mundo al revés, ya que la pasta dentífrica es el elemento higiénico menos relevante para mantener dicha salud.
¿Qué es un dentífrico en realidad?
Componentes básicos de los dentífricos actuales, aparte del excipiente, aromatizantes y aditivos, son los abrasivos, los detergentes o tensoactivos, los antisépticos y las sustancias astringentes.
Los abrasivos suelen ser a base de fosfatos o carbonatos, su función primordial es la de contribuir al desprendimiento de la placa bacteriana, puliendo al mismo tiempo el esmalte del diente. Sin embargo, teniendo en cuenta que la constitución dental varía mucho de un individuo a otro, su acción abrasiva sobre dentaduras débiles a menudo termina por atacar al mismo esmalte, especialmente si la técnica del cepillado es defectuosa.
Un problema esencial: el laurilsulfato sódico
Los detergentes o tensoactivos tienen como función primordial rebajar la tensión superficial del agua, pero hoy se incluyen más en los dentífricos debido al viejo prejuicio de la industria de limpieza, según el cual la espuma es signo de fuerza limpiadora, cuando de hecho ésta no aporta nada a la limpieza estricta de los dientes.
El detergente más empleado por la industria dentífrica internacional es el laurilsulfato sódico, dado que este derivado del aceite de coco tiene la ventaja de ser económico, soportar bien largos períodos de almacenamiento y ser además uno de los pocos detergentes que no tienen sabor amargo.
Los científicos que trabajan al servicio de la industria química internacional han obtenido de sus estudios conclusiones favorables al uso de laurilsulfato en el sector de la higiene dental. Es un clásico el estudio del científico Wannenmacher, que en Alemania argumentó en 1961, según sus análisis, que una concentración de hasta el 2% de esta sustancia era inofensiva para la mucosa y el esmalte dental.
Como es habitual, tanto la industria dentífrica como las mismas instituciones oficiales olvidan o relegan los estudios realizados por científicos independientes que aportan datos sobre la peligrosidad de este producto. El químico W. J. Hamilton dirigió en 1975 en unos laboratorios de Nueva York un equipo que realizó estudios estadísticos sobre el impacto del laurilsulfato sódico en pacientes con dolencias dentales. Se comprobó que los dientes tratados con pastas dentífricas a base de laurilsulfato sódico perdían resistencia a la acción de los ácidos.
En la bibliografía científica se vinculan al laurilsulfato sódico cualidades alérgicas y en cultivos ha llegado incluso a modificar la información genética de bacterias. También está probado que —al igual que todos los detergentes— ejerce una acción desequilibradora sobre la flora microbiana bucal y puede irritar la mucosa de personas sensibles.
Algunos estudios señalan curiosamente que las bacterias nocivas para la salud, como las colibacterias o los estreptococos, no se ven afectados por su acción, mientras que otras bacterias inofensivas y beneficiosas para el equilibrio ácido-base son destruidas.
En otros estudios se alude asimismo a la capacidad que posee el laurilsulfato para fijarse en la piel y las mucosas, lo que implica que sus residuos se mantengan en la boca incluso después de los enjuagues, potenciando su acción irritante. Esto fue incluso probado por un científico de la firma Henkel en 1980, el Dr. W. Greb, a través de la experimentación animal.
Por último, recordemos también que el laurilsulfato sódico se halla incluido en las listas de sustancias tóxicas de la NIOSH (la Agencia Nacional Oficial Norteamericana para la Salud), con la descripción: «primary irritant» (irritante básico).
Los antisépticos, la maza química
La filosofía de ver en todo germen o bacteria un enemigo potencial y la causa esencial de enfermedades ha llevado a la industria de los dentífricos a la introducción de los antisépticos en sus preparados. Por esta razón, sustancias como la benzosulfimida, el hexaclorofeno, el bromoclorofeno, la clorhexidina e incluso el peligroso formaldehído (sospechoso de ser cancerígeno), que son potentes desinfectantes, se hallan siempre presentes en los dentífricos.
Dichos elementos ejercen la acción de verdaderas mazas químicas, aniquilando indiscriminadamente toda la flora microbiana natural de nuestra mucosa bucal y alterando el complicado equilibrio ácido-base, que a su vez depende de la acción combinada de la saliva y la mencionada flora. Si bien con el uso de antisépticos se consigue aniquilar alguna bacteria potenciadora de la caries, al mismo tiempo se inutilizan por largos períodos de tiempo las defensas naturales que poseemos contra ella. De ahí que el remedio a la postre se revele peor que la misma enfermedad. Cada vez más dentistas opinan que la acción de los antisépticos en los dentífricos no es favorable para la higiene dental.
Aparte de esto, recordemos también que los antisépticos pueden provocar alergias bucales y que suelen aportan un tono castaño a los dientes. Y en el caso de que se use formaldehido, es muy probable que las personas de mucosas sensibles sufran irritaciones por este producto.
Últimamente algunos laboratorios han desarrollado aminas fluoradas, sustancias que se presentan como una nueva forma de aplicar antisépticos. El uso del «flúor de aminas, requiere para ser eficaz un dentífrico ácido, lo que no es en absoluto deseable, ya que el esmalte de los dientes es muy sensible a él.
La polémica sobre el flúor
Desde hace unos cuantos decenios, el empleo del flúor en la higiene dental ha generado una larga polémica entre la industria dentífrica y científicos cercanos a ella por un lado y asociaciones de consumidores y científicos críticos por otro. Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) inclinó la balanza en favor de los defensores del flúor, al recomendar su inclusión en los dentífricos, aceptando así los estudios clínicos que aseguran que el flúor del dentífrico es absorbido por los dientes con rapidez y contribuye al robustecimiento del esmalte.
Si echamos un vistazo a las pastas dentífricas veremos que desde el pronunciamiento de la OMS prácticamente todas ellas han incorporado preparados de flúor en su composición, algunos de ellos muy sofisticados.
No obstante, la polémica está lejos de terminarse. Los adversarios del flúor insisten en que es una sustancia tóxica, y que entre la dosis inofensiva y la perniciosa existe una diferencia cuantitativa muy pequeña. Como máximo algunos científicos estarían dispuestos a aceptar el 0,15% de flúor en el dentífrico.
Gracias a la mística del flúor —argumentan sus detractores— la industria farmacéutica internacional puede desviar la atención del consumidor de las verdaderas causas de la caries y la parodontosis y ofrecer una falsa coraza contra la enfermedad dental, cuando la realidad es que la fluorización del dentífrico sólo representa una ayuda menor en el mantenimiento de la higiene dental.
Los adversarios del flúor rechazan de pleno tanto la venta de tabletas de flúor para niños como la siniestra fluoración (o “fluorización”, es lo mismo) de las aguas potables con objeto de prevenir la caries. Se argumenta que una acumulación del flúor en el organismo, como la que se desencadena a través de la fluorización de las aguas, podría inhibir algunas glándulas del sistema endocrino, bloqueando sus procesos enzimáticos.
Los antisépticos de algunos dentífricos actúan como una auténtica maza química, que destruye la flora bacteriana y altera el equilibrio ácido-alcalino de la boca.
Sustancias astringentes
Finalmente, las sustancias astringentes en su mayoría son extractos de plantas o enlaces alumínicos cuya función es fijar los dientes a las encias y ejercer una acción antihemorrágica. Son aconsejables especialmente en casos de gingivitis o parodontosis.
En resumen
El análisis de las sustancias problemáticas que contienen nuestros dentífricos demuestra que el engaño que comentamos al principio adquiere proporciones inusitadas. La industria dentífrica no solo manipula al consumidor, haciéndole creer que la elección del dentífrico es el aspecto más eficaz para prevenir la caries (en detrimento de las verdaderas causas, como el factor hereditario, la dieta o el mismo cepillado, que permanece en la sombra), sino que, además —y esto es lo grave— puede producir el efecto contrario al que afirma, es decir, puede contribuir a que aparezca la caries.
Algunas de las sustancias de los actuales dentífricos son químicamente demasiado agresivas, suelen atacar el esmalte y desequilibrar el pH de nuestra mucosa bucal. Por eso podemos decir con sorpresa que, lamentablemente, el dentífrico moderno no sólo no previene la caries, sino que además puede provocarla.
En el próximo número: “Colutorios e hilo, higiene y alternativas naturales a los dentífricos convencionales”.
El laurilsulfato, presente en numerosos dentífricos, perjudica a las bacterias beneficiosas de la boca y hace que los dientes pierdan resistencia ante la acción de los ácidos.
Los antisépticos de algunos dentífricos actúan como una auténtica maza química, que destruye la flora bacteriana y altera el equilibrio ácido-alcalino de la boca.