Texto: Helen Casanovas Fotografía: Gerard Vila
«Una mujer que toma conciencia de su ciclo y de las energías inherentes a él, aprende a percibir un nivel de vida que va más allá de lo visible; mantiene un vínculo intuitivo con las energías de la vida, el nacimiento y la muerte, y siente la divinidad dentro de la tierra y de sí misma»
Miranda Gray
La naturaleza de la mujer es extraordinaria, se caracteriza por ser cíclica, circular, no lineal. Durante el ciclo menstrual, la mujer vive una serie de cambios hormonales, emocionales y físicos que resultaran en una forma de vivir y sentir fluctuante, con unas necesidades vitales muy diferentes en función de la fase en la que se encuentre.
Tomar consciencia de nuestra ciclicidad es esencial porque nos conduce a conocernos, no solo a nivel físico, sino también intuitivo, energético y emocional y nos lleva a entender que somos como la Tierra y sus estaciones: hay momentos para sembrar, momentos para florecer y momentos para retirarse y entrar en hibernación. Vivimos en un nacer, morir y renacer constante, transitando nuestras luces y nuestras sombras, soltando y renaciendo con energía nueva en cada ciclo.
No solo las mujeres que menstrúan son cíclicas; aquellas que no menstrúan o que no tienen útero físico también lo son y cada una vive y siente su ciclicidad de una manera muy diferente. Por ello es de vital importancia el trabajo de autoobservación y escucha interna. Observar y anotar cómo nos sentimos cada día nos permite entender y ver qué patrones se repiten en todos los ciclos y así poder tomar conciencia de cómo es nuestra propia ciclicidad particular.
En este sentido, el yoga es un excelente aliado ya que, a través de la práctica conseguimos estados de calma e introspección que nos permiten parar, observarnos y tomar conciencia de nuestras emociones, necesidades y de la cantidad y tipo de energía que tenemos disponible en cada momento.
Vivimos en una sociedad en la que, por desgracia, nadie nos ha enseñado a conocer y valorar nuestra ciclicidad, así que la mayoría de mujeres luchan por tener una vida lineal, en la que todos los días realizamos las mismas actividades y rutinas. Pero nuestra naturaleza no es lineal sino fluctuante y cuando no vivimos en congruencia con ella podemos sentir que vivimos luchando contra algo que quizás no entendemos y ello nos conduce a la frustración y al malestar. En el momento en que comprendemos y decidimos vivir en sintonía con nuestra ciclicidad, adaptando nuestra vida a cada fase, vemos en cada una de ellas una oportunidad de experimentar la vida de distintas formas. Conocernos y honrarla supone no tener que luchar contra lo que sentimos, significa respetarnos (ahimsa), honrarnos y vivir en sintonía con lo que somos y necesitamos. Respetar nuestros ritmos internos y vivir acorde con ellos nos permite empoderarnos, pero para ello es importante priorizarnos y responsabilizarnos de hacerlo. Es decir, ser responsables de nuestro autocuidado, tener un tiempo para nosotras mismas, aprender a gestionarlo, al igual que nuestra energía en congruencia con lo que necesitamos en cada momento, aprendiendo a soltar, bajando el ritmo cuando sea necesario -delegando nuestras responsabilidades o aplazando actividades sociales para fases más expansivas- y, lo más importante, hacerlo sin sentirnos culpables.
El ciclo menstrual se divide en cuatro fases y las mujeres que no menstrúan pueden sentirse conectadas con el ciclo lunar, por eso es importante el trabajo de autoobservación que comentábamos anteriormente.
En el ciclo menstrual, encontramos dos fases en que la energía es expansiva y va hacia afuera (fase preovulatoria y ovulatoria). En estas fases estamos centradas en lo que ocurre fuera de nosotras, tenemos ganas de relacionarnos y tenemos una gran capacidad para concentrarnos y realizar tareas racionales. Tenemos mucha energía y nos sentimos con ganas y fuerza para hacer muchas cosas a la vez.
En las otras dos fases, premenstrual y menstrual, la energía va hacia adentro, necesitamos recogernos y centrarnos en lo que ocurre dentro de nosotras. Tenemos ganas de estar solas, en silencio y de bajar el ritmo. En estos momentos gozamos de una gran creatividad y una gran capacidad para conectar con nuestra intuición y saber qué es lo que queremos en nuestra vida y lo que no queremos.
A continuación, procedo a explicar las cuatro fases con un poco más detalle asociando cada una de ellas a un arquetipos femenino, a una estación del año y a una fase de la luna con el objetivo de exponer como es la energía disponible en cada una de ellas y qué tipo de práctica de yoga puede ayudarnos a sintonizar en cada una de las fases.
FASE PREOVULATORIA: ARQUETIPO DE LA DONCELLA
Esta fase preovulatoria corresponde al momento en el cual el óvulo madura y se pega a la pared del ovario. Mientras esto sucede, se va construyendo un nuevo endometrio, que es el tejido que se prepara cada ciclo para alojar y nutrir el óvulo en caso de ser fecundado.
A nivel energético, es una fase de apertura, asociada a la primavera y a la luna creciente. Nuestra energía crece y nos sentimos poderosas, bellas, alegres, extrovertidas, con confianza y vitalidad y ganas de jugar. Es una buena ocasión para eventos sociales pues nos sentimos más comunicativas y con ganas de expresar.
En esta fase, como tenemos mucha energía disponible, nuestra práctica física será activa, más intensa y dinámica. Estilos más dinámicos como vinyasa yoga, en el que sincronizamos movimiento y respiración, nos ayudaran a sintonizar con esta energía expansiva. Es un buen momento para practicar posturas activas y estimulantes como Adho Mukha Svanasana y Anjaneyasana.
FASE OVULATORIA: ARQUETIPO DE LA MADRE
La fase ovulatoria es el momento del ciclo en que el óvulo sale del ovario y empieza su viaje a través de la trompa de Falopio, dnde esperará 24 horas para ser fecundado. Mientras tanto, el endometrio, por su lado, llegará a su punto máximo de grosor preparándose totalmente para alojar el óvulo en caso de ser fecundado. En este momento, por lo tanto, el cuerpo se prepara para recibir, nutrir y crear, no solo vida sino también proyectos e ideas.
Se trata de una fase de apertura, asociada al verano y a luna llena. Es un buen momento para celebrar, entregar y compartir con los demás. Nos sentimos empáticas, amorosas, receptivas, con ganas de cuidar a los demás y pacientes.
En este momento nuestra práctica será fluida y dinámica, nuestra energía se encuentra en expansión. Posturas invertidas o activas como halasana o purvottanasana nos pueden ayudar a sintonizar con la energía de esta fase.
FASE PREMENSTRUAL: ARQUETIPO DE LA HECHICERA
En la fase premenstrual el endometrio se espesa y se llena de nutrientes y en caso de que no llegue ningún óvulo fecundado al endometrio, éste se empieza a destruir.
Es una fase de recogimiento, asociada al otoño y a luna menguante. Es un buen momento para limpiar, ordenar, desprenderos de lo innecesario y revisar nuestros proyectos y relaciones. En esta fase sentimos las emociones a flor de piel y estamos muy sensibles. Es una oportunidad para ir hacia adentro y conectar y escuchar nuestra intuición y sabiduría interna.
Como nuestra energía va hacia adentro, nuestra práctica en esta fase será menos dinámica y más sutil e interna. Podemos aumentar la práctica meditativa y de respiración (pranayama) y practicar estilos físicos más lentos como yoga restaurativo.
Las posturas equilibrantes y relajantes como Paschimottanasana o Balasana nos ayudaran a conectar con la energía disponible en esta fase. También es un buen momento para practicar técnicas de respiración calmante como Bramhari pranayama.
FASE MENSTRUAL: ARQUETIPO DE LA ANCIANA
En la fase menstrual el endometrio es expulsado por el cuello del útero junto al óvulo no fecundado. Mientas esto se produce, ya empieza a madurar un folículo en el ovario produciéndose simultáneamente un maravilloso proceso de vida y muerte.
Es una fase de recogimiento, asociada al invierno y a luna nueva, en el que las mujeres necesitamos recogimiento, quietud y silencio. En este momento del ciclo es necesario frenar el ritmo de vida y aumentar el descanso.
A nivel energético es momento de ir hacia adentro y entrar en nuestra cueva, donde limpiamos todo lo que nos ha sobrado del ciclo anterior para poder volver a renacer en el siguiente. En esta fase permanecemos en el nivel más profundo de nuestra conciencia y por ello es más fácil conectar con nuestro subconsciente Las molestias o dolores en esta fase acostumbran a ser señales de que el cuerpo necesita más descanso tanto físico como mental ya que nuestra energía está en descenso. Necesitamos descansar, dormir, meditar, dedicarnos tiempos de soledad y autocuidado.
La práctica de yoga en este momento será aún más lenta e introspectiva que en la fase anterior. Realizaremos posturas que no requieran esfuerzo físico y que sean más restaurativas y meditativas. El yoga nos ayuda a conectar con nuestro mundo interior y también a liberar tensiones y aliviar molestias en la zona lumbar o abdominal. Si escuchamos nuestro cuerpo, probablemente sintamos la necesidad de asanas y de movimientos relajantes. Las posturas que comprimen la zona abdominal nos pueden incomodar, pero en cambio podemos beneficiarnos de aquellas que crean espacio y relajan la zona pélvica.
Un estilo más restaurativo, en el que utilizaremos soportes, como bloques o cojines, para crear espacio y comodidad en las posturas pueden ayudarnos a mantener las posturas más tiempo de manera confortable a la vez que llevamos la mirada hacia nuestro interior. Posturas como Supta Badha Konasana (portada) o Balasana pueden ayudarnos en esta fase.
Recuerda la importancia del trabajo de autoobservación y escucha ya que cada mujer es, vive y siente su ciclicidad de manera diferente Recuerda también practicar siempre con una persona experta que te guie y ayude de manera personalizada. Que disfrutes de tu práctica. Namasté.
Helen Casanovas es profesora de yoga. Actualmente imparte clases grupales e individuales de hatha, ashtanga, vinyasa y yin yoga en diferentes centros de la provincia de Barcelona.