Vivir sin ducharse

«Cinco años sin ducharse»: el experimento del médico norteamericano James Hamblin

¿Es sano, renunciar al agua y el jabón?

James Hamblin, médico de la Universidad de Yale, hizo en 2015 el experimento de pasar cinco años sin ducharse.

Textos: Blanca Herp

En las sociedades desarrolladas, casi todo el mundo se ducha, más o menos, una vez al día. Algunos, menos generosos con el agua, se dan una ducha cada dos (o tres) días. Antiguamente, lo habitual en muchas casas venía siendo bañarse una vez a la semana. Es un terreno peligroso y polémico, pero casi nada si lo comparamos con la experiencia de un médico norteamericano, el doctor James Hamblin, de la Universidad de Yale.

Hamblin, de 37 años, tomó una decisión que cambió su vida. Su experiencia la contó en un artículo («Dejé de ducharme y la vida continuó»). En él, relata cómo ha sido su vida desde que en 2015 decidió dejar de ducharse.

James Hamblin

El experimento de dejar de ducharse

Hamblin explica en una entrevista a la BBC que todo comenzó como un experimento, con la intención de comprobar qué sucedería si dejaba de ducharse. «Sé de muchas personas que se bañan muy poco. Sabía que era posible, pero quería intentarlo por mí mismo para ver cuál sería el efecto».

Así comenzó una nueva vida en la que dejó de limpiarse el cuerpo y el pelo con agua y jabón de manera diaria. «Muchas personas usan champú para eliminar los aceites del cabello y después se aplican un acondicionador para colocar aceites sintéticos. Si logras romper ese círculo, tu cabello terminará viéndose de la manera que era antes de que comenzaras a usar esos productos».

Un proceso gradual, poco a poco, en el que comenzó reduciendo el uso de desodorante, jabón y champú y espaciando el número de días entre ducha y ducha. «Hubo momentos en los que me quería duchar porque lo echaba a faltar, olía mal y sentía que tenía grasa. Pero eso empezó a pasarme cada vez menos».

Según él, cuanto menos usaba estos productos, menos los necesitaba.

¿Hueles mal, si pasas años sin ducharte?

Según explica Hamblin, al dejar de ducharte el olor de tu cuerpo cambia, pero no de la manera que cabría esperar. Al utilizar cada día champú y gel de ducha, se «altera una especie de equilibrio entre los aceites de la piel y las bacterias que viven en ella».

«Cuando te duchas agresivamente, destruyes los ecosistemas. Se repueblan rápidamente, pero las especies quedan desequilibradas y tienden a favorecer los tipos de microbios que producen olor».

Pero, después de un tiempo sin utilizar estos productos: «Dejas de oler mal. No hueles a perfume ni a colonia. Simplemente hueles como una persona».

Ser maloliente era la principal preocupación de Hamblin en este proceso, por eso preguntaba de manera regular a las personas en las que confiaba sobre su olor corporal. Según explica, tiene un olor «personal», que a su mujer le gusta, y que a la mayoría de la gente no le produce rechazo.

«Esperamos que la gente no huela a nada o que huela a perfume, colonia, gel de baño, o de lo contrario significa que huelen mal. Si hay algún olor humano detectable, es negativo».

Según asegura Hamblin, «tenemos billones de microbios viviendo sobre nosotros que no nos causan ninguna enfermedad. Y cuando nos lavamos la piel,

«cambiamos esas poblaciones microbianas y aún no comprendemos en su totalidad si eso es bueno o malo».

Hamblin relaciona la importancia de los microorganismos que pueblan nuestra piel con la de los que habitan en nuestro sistema digestivo, la llamada microbiota intestinal.

Dejar de ducharse no significa abandonar la higiene corporal

A pesar de esta decisión de abandonar la ducha, el doctor Hamblin mantiene algunas reglas de higiene que no piensa abandonar. Para el hombre que no se ducha, lavarse las manos con agua y jabón con frecuencia sigue siendo un acto fundamental en su rutina diaria. También lavarse los dientes cada día es una costumbre que no piensa abandonar.

Además, reconoce que, de vez en cuando se friega un poquito el cuerpo y el pelo con agua, sobre todo cuando el pelo se le empieza a engrasar.

Ocho partes del cuerpo que huelen mal y que olvidas lavar

Aunque nos duchemos a diario, no lavamos de la misma manera ni correctamente todas las zonas de nuestro cuerpo. Hay algunos lugares que solemos pasar por alto en nuestra higiene diaria:

  1. Orejas. Las lavamos, pero quizá no lo hacemos correctamente. Acumulan cera, que aunque nos resulte desagradable tiene la sabia función de proteger el conducto auditivo. Lo recomendable es lavarlas simplemente con agua y jabón y secarlas con la punta de una toalla. También se recomienda aplicar agua marina cada siete días.
  2. Nariz. Sonarse a menudo no significa que nuestra nariz esté correctamente limpia. El médico naturista Dr. Miquel Pros, activista contrario a la ducha diaria, ha desarrollado por otra parte un trabajo muy interesante sobre «la sinusitis silenciosa», así como la microbiota e higiene de la nariz como factor de salud y de enfermedad (Ver Int. 523). Es aconsejable llevar a cabo lavados nasales diarios con suero (ver Int. 474).
  3. Cabello. Para un correcto lavado podemos lavar el pelo «dos veces por semana, con jabones o champús de PH Neutro, suaves para la piel para después enjuagar muy bien y secar».
  4. Lengua. Solemos lavarnos los dientes después de cada comida, pero a menudo nos olvidamos de la lengua. «Conviene frotarla con el cepillo dental y hacer enjuagues bucales».
  5. Axilas. Sabemos de sobra que son una de las partes del cuerpo que desprenden un olor más evidente debido a la acumulación bacteriana, por eso les damos una pasada en nuestra higiene diaria, pero no está de más lavarlas (según se sude) 2 veces al día con jabón neutro. «Las personas con mucha sudoración y olor persistente pueden aplicar un desodorante de crema suave».
  6. Uñas. Nos sorprendería saber la cantidad de bacterias que viven bajo cada una de nuestras diez uñas. Ese espacio entre la piel y la uña es su hábitat ideal, tanto por la protección que les ofrece como por la humedad que allí se acumula. Hemos de añadirle la dificultad que tiene este espacio para ser limpiado correctamente. En todo caso el consejo es sencillo, «lavar bien la cutícula y cortarlas con frecuencia».
  7. Ombligo. Es el gran olvidado cuando nos aseamos y hay que lavarlo para evitar malos olores, infecciones y picores. Podemos hacerlo cada día, con un poco de agua y jabón y la simple ayuda de nuestros dedos. Hay quien de vez en cuando pasar un algodón impregnado con unas gotas de limón.
  8. Manos. Aunque parezca mentira, no las lavamos bien, pero la higiene de manos ha mejorado con los consejos que aparecieron en la época de la pandemia. «Constantemente tocamos objetos dentro y fuera de casa, por eso es frecuente que se contaminen con gérmenes que luego podemos trasmitir de un lado a otro. Estos gérmenes, que transportamos sin darnos cuenta en las manos, pueden producir todo tipo de enfermedades, sobre todo digestivas y respiratorias, y son el principal medio de transmisión del virus de la gripe». El lavado de manos ha de durar al menos 20 segundos:
  9. Mojar las manos y agregar jabón, 2. Frotar las palmas y el dorso de las manos, también los dedos, sobre todo el pulgar y las uñas. 3. Si además extendemos el lavado hacia las muñecas, la higiene será aún más completa. 4. Una vez enjabonadas, se deben aclarar y secar bien.

Los médicos y especialistas ponen el grito en el cielo

¿Es sano renunciar al agua y el jabón?

Según el Dr. Alejandro Pou, del Instituto Balear de Dermatología, vivir sin bañarse «no es sano, la higiene es lo que más vidas ha salvado en la historia». No obstante, advierte que «ducharse diariamente con abundante jabón no es lo mejor para la piel, pues destruye el manto ácido natural». Entonces, ¿en qué quedamos? Desde un punto de vista meramente dermatológico, la frecuencia ideal para ducharse sería de «dos veces por semana». Aunque puntualiza que podemos hacerlo a diario «con poco jabón y que no sea agresivo».

Riesgos para la piel. Algo parecido opina la Dra. Ximena Rodríguez, dermatóloga del Hospital Juaneda Miramar, quien sostiene que «no ducharse va a producir un cambio en la flora cutánea, favoreciendo la afloración de microorganismos patógenos, ya sean bacterias, hongos, levaduras… su proliferación produce el mal olor y aumenta también el riesgo de infecciones en la piel». Rodríguez coincide con su colega en la necesidad de «no utilizar jabones muy fuertes ni esponjas abrasivas», de lo contrario «la piel se resentirá y acabará teniendo problemas», puesto que «al lavarse demasiado se elimina el manto lipídico que nos proporciona protección frente a las agresiones externas».

El olor. El tema del olor merece capítulo aparte. James Hamblin asegura que, transcurrido un período de adaptación, el cuerpo deja de desprender un aroma pestilente. «Lo que ocurre es que no percibimos nuestro propio olor, me gustaría conocer la opinión de quienes le rodean», subraya con ironía el Dr. Alejandro Pou, que, no obstante, matiza que «la percepción agradable-desagradable del olor tiene un gran componente cultural».

Bacterias buenas y malas

¿Quién no piensa en meterse en la ducha en verano, con el calor? Ducharse proporciona beneficios, además de aliviar el calor: desde malos olores por sudor hasta un mal estado de ánimo, determinado por la sensación que produce la piel grasa y sudada, pero también los dolores y molestias corporales, ya que el agua aumenta el flujo sanguíneo, mejora la concentración y los niveles de estrés y ansiedad, disminuye la fatiga e incluso puede ayudarnos con las dificultades respiratorias. Pero las duchas diarias tienen también inconvenientes que pueden perjudicar en la misma medida que benefician a nuestro cuerpo. Cuidado.

Bañarse ayuda a limpiar y exfoliar nuestro cuerpo, y puede ser positivo para evitar infecciones o controlar el acné. Pero bañarse en exceso puede provocar irritación y resequedad en la piel, lo cual facilita la posibilidad de que se infecte, ya que casi todos los productos que usamos como jabones y geles alteran los aceites naturales que conforman la barrera protectora.

Por un lado una ducha puede ayudarte a controlar el exceso de grasa, a limpiar los poros y el acné. Pero por el otro lado alteras tu pH (el nivel de acidez en la piel), y también la piel queda desprotegida.

¿Y en el organismo? Los expertos estudian ahora si existe relación entre las duchas muy frecuentes y a temperatura elevada con alteraciones en el aparato reproductor masculino.

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