Una dieta para vivir más y mejor
El bioquímico de la Universidad del Sur de California lleva años analizando los efectos positivos de interrumpir durante horas o días la ingesta de alimentos.
Selección y presentación: Redacción de Integral*.
“Si cambias lo que comes y le sumas el ayuno, puedes llegar a vivir veinte años más”
Valter Longo es un biogerontólogo y biólogo celular italiano-estadounidense, se formó en la Universidad de California y se ha pasado la mayor parte de su vida investigando acerca de la prevención y cura de las enfermedades más comunes del siglo XXI a través de la alimentación. Nació en Génova en 1967 y cuando era adolescente se mudó a Chicago. Mientras vivía allí se dio cuenta de que varios familiares norteamericanos tenían problemas cardiacos debido a sus dietas basadas en grasas, carnes y azúcares: tenían problemas relacionados con enfermedades cardiovasculares.
Con 19 años, Longo decidió unirse a las fuerzas militares para pagarse los estudios y fue allí donde se dio cuenta que lo que le gustaba era la nutrición y decidió centrarse en ello. Gracias a su vocación, en 1992 se graduó en la facultad de bioquímica.
La dieta de la longevidad
Para mucha gente Valter Longo es un gurú de la longevidad y mucha gente confía en el a diario, siguiendo su dieta. En 2017 (tras una década de estudio e investigación) salió a la luz su dieta que promete hacer que las personas podamos vivir hasta los 110 años. Su libro “La dieta de la longevidad” (Ed. Grijalbo) estuvo durante varias semanas entre los más vendidos a nivel mundial. La dieta explora la relación entre nutrientes, ayuno, genes y longevidad entre especies de corta vida y conecta los resultados con estudios clínicos en animales semejantes a nosotros, como los primates. “Al adoptar este enfoque multisistema y multipilar basado en más de un siglo de investigación, podemos comenzar a definir una nueva dieta de la longevidad que presente una base sólida para la recomendación nutricional y para futuras investigaciones” dijo Valter Longo en una entrevista.
En Integral
Publicamos el primer artículo sobre el ayuno en 1980, por parte del médico homeópata Joaquín Peleteiro que había realizado su propia experiencia con un ayuno de 42 días. Hace cuarenta años ayunar era, desde luego, una especie de ensoñación reservada a los naturistas-vegetarianos de la época.
A principios de la década de 1990 publicamos el libro “Rejuvenecer por el ayuno”, del médico alemán Hellmut Lützner, al que siguieron dos más. Luego se abrió en Marbella la célebre clínica Buchinger, reservada a personas de alto poder adquisitivo. Y hoy, la popularización de diversos tipos de ayuno (ayuno intermitente, dietas de restricción calórica, ayuno con zumos, cura del sirope de savia, etc.) los beneficios del ayuno están al alcance de todas las personas con suficiente determinación y fuerza de voluntad para disfrutarlo.
Encontraréis artículos sobre el ayuno en Integral núms: 15, 57, 87, 243, 393, 474 y 488.
Con claridad
Dejar de comer durante muchas horas o incluso varios días parece tener un efecto beneficioso en casi todos los seres vivos que se han analizado, desde gusanos a personas. Durante el ayuno, el cuerpo intenta adaptarse a la falta de alimentos. La multiplicación de las células se ralentiza y se activa la autofagia, que permite al organismo eliminar células viejas y, en general, sustentarse con sus propias reservas. Longo explica en las entrevistas el potencial de los alimentos para mejorar la salud.
—¿Cómo de robusta es la evidencia científica sobre los beneficios del ayuno?
—Muy robusta. Hace seis o siete años era una conexión demostrada en ratones. Ahora se ha confirmado en personas. Muchos ensayos clínicos han probado beneficios del ayuno y también de dietas que imitan los procesos fisiológicos del ayuno. También hay trabajos que apuntan a que las horas en las que comes son claves. Ayunar todos los días unas 12 o 13 horas —por ejemplo, desayunar, comer y cenar antes de las 20.00 horas y no volver a comer nada hasta el desayuno— mejora muchos marcadores metabólicos y la calidad del sueño. Pero no hay que pasarse. Si el ayuno se prolonga a 16 horas, por ejemplo saltándose el desayuno, ya no hay efectos beneficiosos y sí algunos problemas metabólicos.
—¿Por qué tiene el ayuno esos efectos beneficiosos?
—Durante miles de años, nuestra especie comía mucho en verano, cuando hay mayor disponibilidad de alimentos y eso nos salvaba durante la escasez del invierno. Pero ahora el invierno nunca llega. Comemos más de la cuenta y esto puede provocar resistencia a la insulina, que es la causa de la diabetes. El ayuno o las dietas que lo imitan nos permiten volver al modo invierno, y hacen desaparecer la resistencia a la insulina.
—¿Qué efectos ha demostrado la dieta que imita al ayuno?
Yo defiendo hacer una dieta especial que imita el ayuno durante cuatro o cinco días, unas tres veces al año. Hay ensayos clínicos que han mostrado quehacer una dieta como esta reduce los niveles de glucosa y colesterol, elimina la adiposidad y baja la tensión arterial. Un pequeño estudio que hicimos junto a la Universidad de Heidelberg también mostró que esta dieta hace que la gente con diabetes pueda reducir la cantidad de fármacos que toma para controlar su peso o incluso abandonarlos.
—¿Cómo describe la dieta que imita el ayuno?
Baja en calorías (en torno a un 60% menos), proteínas y azúcares, muy basada en vegetales y alta en grasas provenientes de aceite de oliva, nueces y almendras. La primera vez que describí esta dieta en detalle en uno de mis libros en Italia causó problemas porque mucha gente hacía básicamente lo que quería. Por eso es importante consultar siempre al menos con un nutricionista.
—¿La dieta puede hacer que vivamos más años?
—Sin duda. Una gran revisión de estudios que ha analizado datos de dos millones de personas en todo el mundo ha mostrado que comer muchas legumbres, granos integrales y frutos secos y muy poco o nada de carne roja y procesada alarga la vida. Si a esa dieta le sumas el ayuno o las dietas que lo imitan, creo que podemos llegar a vivir 20 años más que ahora.
—¿Si uno es muy mayor ya es demasiado tarde para obtener beneficios de un cambio de dieta?
—No. Según el estudio que mencionaba, si cambias de dieta a los 20 puedes alargar tu esperanza de vida más de 10 años. Si empiezas a los 60 ganas hasta ocho años; incluso si cambias a los 80 ganas unos tres años. Además, esto no solo va de esperanza de vida, sino de años de vida con salud.
En EE.UU., el estadounidense medio de 55 años ya toma dos fármacos de por vida para tratar enfermedades crónicas. El de 65, tres o más.
Cada vez vemos más gente que ya está enferma a los 30. Los mantienen vivos con cirugía y fármacos muy costosos. El 20% del PIB de EE.UU. se gasta en tratamientos médicos, que además son cada vez más caros. Es insostenible. Nos hace falta una revolución y la nutrición es la forma de hacerla.
—También hay una conexión entre la dieta y cáncer.
—Hace unos 15 o 20 años empezamos a estudiar el efecto del ayuno en personas que tenían cáncer. Nos dimos cuenta de que las células del cáncer son ingobernables. No les afecta lo más mínimo el hambre o la falta de alimento, siguen adelante.
Lo que se ha mostrado tanto en estudios con animales como con pacientes es que el ayuno o las dietas que lo imitan hacen que los tratamientos sean más efectivos, que los pacientes respondan mejor y tengan mejor pronóstico.
—¿Y en personas que no tienen cáncer?
—No hay dietas que puedan evitar el cáncer. No es posible cambiar los efectos de una mutación genética con lo que comes, por ejemplo. Ahora bien, el mayor factor de riesgo del cáncer no es fumar ni estar obeso, sino el envejecimiento. En este sentido, 30 años de edad son 50 veces más dañinos que fumar. Así que con la dieta no puedes evitar el cáncer, pero sí envejecer de forma más saludable, como hemos comentado. Y, además, esa dieta no solo te protege de los tumores; también de otras dolencias asociadas a la edad, como el alzhéimer, la diabetes, los infartos, los ictus.
—¿Cree que algunos productos alimentarios deberían prohibirse?
—No. Hay un dato interesante. Nosotros estudiamos la dieta de niños italianos. Todo el mundo decía que la alta obesidad era por las bebidas azucaradas. Pero vimos que no era tanto eso como la dieta, que era malísima. Se basaba casi por completo en pasta, pizza, patatas y proteínas. Los chavales estaban comiendo tres y cuatro veces más proteínas de las que deberían sin que lo supieran las principales asociaciones médicas. Así que no creo que se trate de prohibir.
—¿Cómo podría solucionarse ese problema?
—Con más y mejores profesionales de la nutrición que acompañen y apoyen a los médicos. Hoy en día, muchos médicos saben muy poco de este campo. Con suerte en la carrera hicieron una asignatura de nutrición. Y en cuanto a los nutricionistas, ahora mismo la mayoría hacen estudios de tres años. Hacen
falta más profesionales con másteres y doctorados en este campo. Ellos podrían trabajar mano a mano. Y juntos pueden conseguir que los pacientes vivan una vida más larga y sana.
—Sus estudios se basan en la «juventología»: entender por qué nos mantenemos jóvenes, el nexo entre nutrientes y genes de la longevidad…
—En vez de determinar –por buscar un símil– por qué y cómo se deterioran los neumáticos, como haría la gerontología, nosotros creemos que lo importante es cómo vamos a sustituirlos. Eso es la juventología.
—¿Cómo reprograma esta dieta el cuerpo? ¿Cuál es el mecanismo?
—La dieta cotidiana de la longevidad, vinculada a una dieta que imita el ayuno, puede reprogramar y proteger el organismo.
El concepto es muy sencillo. Primero se destruyen las células malas que causan la enfermedad, luego se activan las células madre y después se fabrican células nuevas, lo que regenera el órgano o sistema dañado.
En las intervenciones con células madre –en que se sustituyen por otras–, seguimos sin eliminar el problema. Pero la dieta sí puede hacerlo. Y esto, que funciona para muchas enfermedades en ratones, ahora queremos comprobarlo en humanos.
—Propone varios ciclos de ayuno durante 6 meses para producir una mejora continua. ¿Es suficiente para revertir una enfermedad?
—Sí, la regeneración se da porque se contrae todo: músculos, sistema, hígado, todos los órganos. Y luego, para reconstruirlos, se necesitan células madre.
En el páncreas vemos que los mismos genes que normalmente ponen en marcha el desarrollo embrionario son los que actúan, cientos de genes muy coordinados, de forma que el mismo sistema se reconstruye.
—¿Podríamos activar otros mecanismos biológicos que estén apagados, para intervenir en la regeneración?
—El ejercicio reactiva el organismo, pero sus efectos no parecen ser tan grandes. Después de una semana con la dieta de simulación del ayuno, los glóbulos blancos se reducen un 20% y, cuando se come de nuevo normal, vuelven a subir otro 20%. El ejercicio no va a tener ese efecto, pero puede ser muy positivo para regenerar los músculos y aportar bienestar.
La dieta que propone Longo no es vegana, pero se adapta fácilmente: toma suplementos de B12 y sustituye pescado, carne y huevos por vegetales proteicos.
La versión original omnívora admite como únicas proteínas de origen no vegetal las del pescado (2-3 veces por semana). Excluye la carne roja y limita a excepciones la de ave y el huevo. El consumo de proteína es moderado: 0,8 g por kilo de peso corporal hasta los 65 años y luego se aumenta gradualmente.
Pueden tomarse abundantes carbohidratos complejos, como legumbres y cereales integrales, acompañados de verdura, fruta y frutos secos. Deben evitarse lácteos y azúcares, y comer poco pan, pasta o arroz.
Longo permite 2 copas de vino al día y 2 o 3 tazas de café. Además, da vía libre a grasas sanas: aceite de oliva y coco.
Pero lo que hace especial a la dieta es la simulación de ayuno que se realiza dos o tres veces al año si se está sano, o más, según la patología que se quiera tratar. Se empieza con 1.100 calorías el 1º día y del 2º al 5º se sigue con 750, con apoyo de suplementos.
—¿Cuál es el mayor reto?
—Lograr que la dieta se integre ya en la Sanidad para prevenir y tratar enfermedades como esclerosis múltiple, cáncer, alzheimer, diabetes,fibromialgia… Es un gran reto, porque en cada caso hay que usarla de forma que optimice su poder regenerador reemplazando células deterioradas con nuevas. Losciclos y frecuencias de la dieta que imita el ayuno en cada enfermedad aún se están estudiando. Pero el libro dice lo suficiente para llevárselo al médicoy evaluar qué hacer.
—¿Tiene que ir unida durante toda la vida la dieta de la longevidad a la que simula el ayuno?
—La dieta de la longevidad es lo que uno come todos los días en un periodo restringido de 12 horas, además de un ayuno simulado que hay que hacer con periodicidad: una o dos veces al año si se está bien, y más en caso de alteración.
En 20 años habremos probado en miles de personas este sistema de ayuno. Pero hoy sus beneficios son ya más potentes que otros métodos, y sin efectos colaterales.
—Hospitales como la Clínica Mayo están ensayando la dieta para reducir los efectos de la quimio en el cáncer…
—Hemos concluido los ensayos pequeños, pero tenemos que concluir los grandes. Si el resultado es positivo, seguramente los oncólogos españoles empezarán a recomendar esta dieta.
—Hay muchos tipos de cáncer. ¿Tendría que adaptarse a cada caso?
—No. La base de esta dieta es que tiene en cuenta que una célula cancerígena no necesita factores de crecimiento y no responde al bloqueo del crecimiento.
Y esto forma parte de todos los tipos de cáncer. Las células del cáncer también se definen porque desobedecen la orden de no comer y entonces crecen, lo contrario que las células normales. Esto las hace más vulnerables, pues necesitan mucho azúcar, y durante el ayuno las células cancerígenas no lo tendrán.
—¿Podrían los factores ambientales frustrar el éxito de la dieta?
—Estas dietas protegen muy bien de los agentes dañinos porque blindan las células, eliminan las malas y generan otras nuevas.
Puedes haber estado expuesto a un carcinógeno que daña el ADN, pero con la dieta del ayuno esa célula va a matarse haya sido generada desde dentroo desde fuera del organismo.
—¿Puede ser que se desdeñe el ayuno desde instancias médicas por considerarse terapia alternativa?
—Nosotros hemos hecho todo lo necesario para que no se considere alternativa. Trabajamos con Harvard y los mejores hospitales del mundo, todos colaboran. Y el gobierno de EE.UU. nos aporta decenas de miles de dólares: no hay ninguna conspiración. Yo creo que quieren que esto funcione.
Si seguimos gastando tanto en fármacos vamos a terminar todos arruinados. La inmunoterapia para un paciente con cáncer puede ascender a medio millón de dólares al año, cien veces más que la dieta.
Valter Longo lleva 30 años estudiando la longevidad y actualmente dirige el USC Longevity Institute de Los Ángeles. Desde 2014, dirige el programa Oncología y Longevidad del Instituto FIRC de Oncología Molecolare de Milán, uno de los centros punteros donde ensaya los beneficios de «la dieta de la longevidad».
Las ventas de La dieta de la longevidad se destinan, con fines altruistas, a la Fundación Creates Cures, creada por él para ayudar a pacientes diagnosticados de enfermedades autoinmunes, metabólicas, degenerativas o cáncer, entre otras, y a abrir sucursales en los países donde la recaudación permita formar gratuitamente a profesionales.
* Textos correspondientes a las entrevistas a Valter Longo realizadas por Nuño Domínguez (periodista) y Ana Montes (periodista).