«Un intestino feliz»

La tarea de la Dra. de la Puerta

La doctora de la Puerta es médico formada como cirujano plástico, pero circunstancias personales hicieron que, hacia el año 2000, empezara a explorar el mundo fascinante de la microbiota intestinal:  Poco a poco fui evolucionando mi práctica clínica asistencial, dedicándome a tratar en la consulta pacientes con todas las patologías asociadas a la disbiosis intestinal y esto es lo que hago y a lo que me dedico en la actualidad. Veamos lo que explica.

SELECCIÓN Y PRESENTACIÓN: REDACCIÓN DE INTEGRAL. ENTREVISTA: HCI. (MÁS INFORMACIÓN: WWW.DOCTORADELAPUERTA.COM)

Aprendizaje diario

«No he dejado de estudiar e investigar desde entonces, evolucionando el abordaje de mis pacientes y aplicando a los tratamientos lo que descubro cada día. Es con ellos y de ellos con quien más he aprendido y son ellos los que me animan y motivan para seguir haciéndolo. En la medicina y en la vida, ser flexible me ha permitido caminar recto y nunca darme por vencida, me ha permitido llegar una y otra vez, un poco más lejos».

«La microbiota está desestabilizando el enfoque clásico que tradicionalmente conectaba la salud mental exclusivamente con el cerebro. Hoy sabemos que la cabeza no es nuestro único órgano cognitivo. A día de hoy, hay evidencias que indican que el intestino está permanentemente almacenando información, recordando, sintiendo y pensando por sí mismo».

Las propuestas nutricionales de la Dra. de la Puerta no son vegetarianas, pero creemos que vale la pena escuchar lo que describe en su libro, recientemente publicado*.

«Brindo al lector herramientas sencillas que puede incorporar a su vida cotidiana y que le permitirán optimizar el diálogo permanente de las bacterias con nuestro sistema nervioso, mejorando así su estado de ánimo y su calidad de vida. Abordo aspectos de la salud mental que abarcan, en todas las etapas de la vida, aspectos relacionados con las emociones, la personalidad, la memoria, la relación con la comida, el manejo del estrés, el sueño, etc.».

Nuestro organismo como un todo

Se trata de una obra destacable sobre la microbiota y demuestra, basándose en su amplia experiencia clínica e investigación científica, la conexión que existe entre el intestino y el cerebro. Contiene ideas sobre…

• La estrecha relación entre la felicidad y las bacterias de nuestro intestino
• Cómo un buen tránsito intestinal ayuda a tener una buena salud mental
• El papel fundamental de la microbiota en la salud, la prevención de enfermedades y en el refuerzo de nuestro sistema inmunitario.

Cuerpo y microbiota son una unidad funcional que explica, por ejemplo, por qué tenemos dolor de barriga cuando estamos muy nerviosos o por qué sentimos mariposas en el estómago cuando nos enamoramos.

La Dra. de la Puerta ofrece un «manual de instrucciones» que ayuda a entender qué te pasa, por qué y cuál es la implicación de la microbiota en todo ello. Además, incluye un pequeño «kit de herramientas» y consejos para cuidar de una forma sencilla, nuestro eje microbiota-intestino-cerebro.

La entrevista

—¿Qué es la microbiota intestinal?
—Todas las superficies de nuestro cuerpo, por dentro y por fuera, están colonizadas por millones de microorganismos que contribuyen de forma determinante a mantener nuestra salud. Hablo de la piel, la mucosa genital, los pulmones, etc. El micromundo que vive en nuestro intestino, conocido cómo microbiota intestinal, es el ecosistema más numeroso e importante de todos. Está formado por cientos de especies diferentes, la mayoría de ellas son bacterias, aunque también conviven con nosotros y con toda normalidad otros microbios como virus, fagos, hongos, levaduras, protozoos y arqueas en perfecto equilibrio entre ellos y con nosotros.

—En su libro, Ud. habla de microbiota y emociones…
—Sí. Explico, en un lenguaje sencillo, la conexión bidireccional que el cuerpo establece entre la tripa y la cabeza, a través del conocido como eje microbiota-intestino-cerebro. Es sorprendente constatar de qué forma este constante y muy activo canal de comunicación condiciona nuestros sentimientos, la percepción de las cosas que nos ocurren, la memoria, la atención, la habilidad de razonar, la capacidad de procesar información y de resolver problemas, el sueño o nuestra tolerancia al estrés. Y propongo soluciones, que el lector puede incorporar a su vida cotidiana.

—¿Para qué sirve, tener millones de bacterias en la tripa?
—Microbiota es salud, con mayúsculas. La microbiota asegura la salud intestinal y es responsable también de la salud general del organismo. Las bacterias intestinales conectan de muchas formas con todos los órganos y tejidos de nuestro cuerpo. Interactúan con su actividad para bien o para mal, favoreciendo su funcionamiento si la microbiota está equilibrada o alterándolo, si por el contrario está desordenada. Más allá de su obvia función digestiva, nuestras bacterias tienen también una importante actividad defensiva, inmunitaria, metabólica, endocrina y, por supuesto, neuroactiva.

—Lleva más de veinte años estudiando la microbiota y la homeostasis intestinal, y en su libro dice que se sigue sorprendiendo de lo que aprende cada día de este maravilloso mundo, ¿qué hay de novedoso?
—Mis hijos se meten conmigo, dicen que soy una friki (jajaja). La verdad es que estoy suscrita a multitud de revistas científicas y tengo la costumbre de consultar los principales portales internacionales de investigación de microbiota casi a diario. Eso me permite aprender y estar al día de lo mucho que ha evolucionado este micro mundo los últimos años. En 2019 empecé a compartir en mis redes sociales profesionales lo que me parecía más interesante. Actualmente, publico cada día un post de microbiota y acompaño siempre mis publicaciones de un artículo científico. Explico, más allá del neurodesarrollo y de la neurodegeneración, lo más bonito y curioso de esta relación intestino-cerebro. Por ejemplo, cómo las bacterias intestinales se conectan con los cinco sentidos, cómo condicionan lo que sentimos y pensamos, cómo determinan nuestra forma de relacionarnos, cómo influyen en nuestra relación con la comida, cómo nos ayudan y no nos ayudan a tolerar el estrés o el impacto que tiene la microbiota en la calidad de sueño.

—¿De qué forma afecta la microbiota a la salud física y psíquica?
—Si la microbiota está bien y la conexión del eje intestino-cerebro fluye con normalidad, todo va bien. Eso contribuye a nuestra salud digestiva y general, mejora nuestro estado de ánimo y optimiza nuestra capacidad de tolerar el estrés. Si la microbiota está desordenada y «no funciona» correctamente, se genera una situación proinflamatoria que lo dificulta todo. Este desorden puede tener impacto digestivo, inmunitario, metabólico, endocrino, etc. De igual forma tiene impacto sobre la salud mental. En los niños, la disbiosis puede afectar al neurodesarrollo, lo que compromete su implicación en patologías como el autismo o la hiperactividad (TDAH). En los ancianos, puede afectar en patologías neurodegenerativas.

En los adultos, la inflamación y la disbiosis impactan negativamente en la salud general y también, por supuesto, en nuestros sentimientos y personalidad.

—¿Qué es el psicobioma?
—En la tripa tenemos millones de bacterias que producen sustancias o moléculas que actúan directamente sobre el sistema nervioso. El psicobioma, dentro de este micromundo, es el grupo de microorganismos que modulan de manera específica la actividad neurológica y la comunicación del eje intestino-cerebro del que hablo en Un intestino feliz.

Los neurotransmisores y otros metabolitos que produce la microbiota, son las sustancias que, a modo de palabras, conectan el intestino con el cerebro, asegurando un diálogo e interacción que condicionan nuestras emociones y sentimientos.

—El intestino es considerado como un órgano más de la mente, lo llaman «el segundo cerebro», ¿tiene entonces su propia autonomía para actuar solo? ¿Existe una comunicación entre ambos cerebros?
—En algunos aspectos no es el segundo cerebro, sino el primero. Pongo el ejemplo de la serotonina, conocida como la hormona de la felicidad: el 90% de su producción es dependiente de las neuronas que tenemos en la tripa.

¿Eso implica que nuestra felicidad depende de la salud intestinal? Bueno sin duda hay multitud de factores personales, profesionales, económicos, etc. que están implicados. Más allá de dichos condicionantes, explico la capacidad de la microbiota de comunicarse con el cerebro, cómo ésta condiciona nuestra capacidad de sentirnos felices y qué puede dificultar o interrumpir esta conexión, así como las opciones que tenemos para facilitarla.

—A veces estamos de buen humor sin saber por qué, otras tristes sin motivo aparente. ¿Podría tener la microbiota la respuesta a todo esto?
—La microbiota tiene mucha responsabilidad en nuestro estado de ánimo y también en qué y cómo nos sentimos. Además de su capacidad directa de producir neurotransmisores (las sustancias en el organismo con mayor capacidad neuroactiva), hay algunos alimentos que
contienen componentes biológicamente activos, como el triptófano que, más allá de su valor nutricional, al consumirlo interactúa con la microbiota e influye positivamente sobre nuestro estado de ánimo.

El consumo de alimentos funcionales con actividad psicobiótica tiene un importante papel tanto en nuestra afectividad y cognición, como en la prevención de múltiples trastornos del sistema
nervioso. Ambos objetivos se consiguen a través de la capacidad que estos alimentos tienen de actuar sobre el eje intestino-cerebro, modulando la microbiota intestinal.

—¿Qué conexión existe entre la microbiota, el control del estrés, la ansiedad y la depresión?
—Una microbiota desordenada (disbiosis) hace que las bacterias produzcan menos sustancias estabilizadoras y beneficiosas (neurotransmisores, ácidos grasos de cadena corta, etc.), favoreciendo un predominio de sustancias más proinflamatorias (aminas biógenas, indol, amoniaco, etc.). Este desequilibrio en el rendimiento metabólico de la microbiota y la inflamación asociada, afectan a los diferentes canales de comunicación del eje microbiota-intestino-cerebro, dificultando su actividad. Como consecuencia, bajará nuestro umbral de tolerancia al estrés y puede aumentar nuestro nivel de ansiedad. Esta interacción se establece en ambos sentidos, a veces cuando determinadas circunstancias personales nos «desbordan», la microbiota también se afecta y si esta situación se mantiene en el tiempo, para recuperarnos habría que hacer un abordaje de ambos escenarios a la vez.

* Dra. M.ª Dolores de la Puerta. Un intestino feliz. Ed. Harper Collins.

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