El verdadero sentido de las relaciones
Antonio Jorge Larruy (Barcelona, 1960} investiga, difunde y acompaña todo un trabajo de autoconocimiento en la línea de Antonio Blay. Su manera de enseñar empuja a una investigación clara y viva, centrada en potenciar la autenticidad de ser, más allá de cualquier referencia religiosa o tradición. Recientemente ha publicado el libro que da título a este artículo.
Textos: Antonio Jorge Larruy
¿Cuál es el verdadero sentido de las relaciones?
La idea es preguntar qué es relacionarnos, para poder entender que, en general, vivimos la relación a partir de un yo que presupone un tú, que presupone unos otros, que presupone un mundo.
Iremos descubriendo cómo hemos de fundamentar nuestra relación no tanto en las formas y en los nombres, sino en la experiencia viva, y en qué medida esta experiencia viva nos va a llevar o devolver al terreno natural de la unidad.
Soltar el yo es una radiografía muy concreta, muy cercana, de cómo vivimos nuestras relaciones, de cómo vivimos nuestro día a día.
«Intentaremos explorar precisamente que para realizar el verdadero sentido de las relaciones hemos de aprender a soltar el yo. O, dicho de otro modo, que soltando el yo descubrimos el verdadero sentido de las relaciones.»
El libro, en palabras del autor
«¿Cuál es el verdadero sentido de las relaciones? ¿A qué apunta una relación? Sin lugar a dudas, a la comunión, a la unidad. ¿A qué aspiramos cuando nos relacionamos con alguien o algo? A fundirnos, a ser uno con el otro, a abandonar el terreno de la dualidad. Así pues, el verdadero sentido de las relaciones, como resulta harto evidente, es trascenderlas.
¿Qué buscamos en las relaciones personales? El máximo de intimidad. El desiderátum es la relación perfecta, la relación de completo y total enamoramiento, sea tanto en el terreno de las relaciones sentimentales como en el terreno de las relaciones de amistad. Es esa fusión que tiene lugar cuando uno se olvida de sí mismo y del otro y se produce un instante de perfecta unidad. (…)
El fin de toda relación es trascender la separación o la aparente separación entre yo y el otro o lo otro, algo que iremos viendo en todos los terrenos. En ese sentido, este libro es muy ambicioso, pues busca mostrar todas las formas de relación y no solo las de carácter afectivo y humano que son capitales y centrales en nuestra vida, porque nos estamos relacionando con todo. (…)
El verdadero sentido de las relaciones no es mantenernos cada uno en nuestra trinchera particular y establecer un mínimo contacto con otras trincheras, sino la total, completa y absoluta intimidad. Lo que intentamos demostrar en este libro es que las relaciones que lleven ese sentido son posibles y que no importa con quién nos relacionemos, no importa con qué nos relacionemos.
Las relaciones son un camino hacia el despertar de la conciencia, hacia el descubrimiento de la naturaleza unitaria, no dual, de la vida, y eso es lo que las hace tan fascinantes. A través del otro aprendo a descubrirme a mí mismo en ese otro, a través de lo otro aprendo a descubrirme a mí mismo en eso otro, y empiezo a abandonar la idea pequeña y limitada que tengo de mí mismo, empiezo a darme cuenta de que todo lo que vivo detrás de aquel al que considero ajeno a mí o de aquello que considero ajeno a mí tiene que ver conmigo, que yo soy eso.
A lo largo de este libro, caminando juntos, iremos comprendiendo paso a paso qué podemos hacer para convertir las relaciones en un camino hacia una vida plena y verdadera, en un camino de reencuentro con la realidad. Para mí es un desafío extraordinario poder compartir con vosotros todo este recorrido en el que llevo años inmerso (…)
Lo que propongo en este libro, igual que en mis libros anteriores, es un camino que requiere ser andado, porque si solo nos limitamos a ver, es como viajar únicamente mirando el mapa. Está muy bien mirar el mapa y trazar la ruta, pero luego hay que hacer el camino. (…) Espero que disfrutéis de este camino, que os sintáis alentados a recorrerlo y descubráis el inmenso beneficio y la maravilla que supone.»
Desde bien pequeños
«Una vez que el niño comienza a actuar conforme al modelo, los padres empiezan a juzgarlo por su manera de actuar, ya que van creándose un cliché de él, ya sea que es torpe, que no vale, que es muy mono o que es tonto. Van elaborando una imagen que el niño acaba asumiendo como una idea propia de sí mismo (a esto lo denominamos yo idea), y dicha idea culmina en la desconexión de la vida.
A partir de este momento, el niño vivirá en la pequeñez, en la limitación de esa idea, sintiendo que la grandeza y la gratuidad, la incondicionalidad del amor, la luz y la energía que él vivía, ahora están fuera de él, porque se mide considerándose pequeño y proyecta su grandeza en el futuro, en las metas, en los objetivos, en las personas, en los logros, en el mundo.
De este modo, construye toda una manera de vivir en la que se busca (…) a través de los demás, pues al haberle hecho salir de esas cualidades que eran y son inherentes a su naturaleza, ahora las ve proyectadas en los otros y va detrás de estos queriendo conquistar, conseguir, adquirir…, intentando alcanzar una imagen de sí mismo (ese yo ideal) que le permita vivir esa felicidad que antes vivía de manera incondicional. El deseo de adquirir le hace profundamente infeliz, porque solo genera una frustración tras otra, un desencanto tras otro, un desengaño tras otro.
«Desengaño» es una buena palabra. Primero me engañan, creyendo que hay algo más que está ahí (en esa nueva adquisición), y luego me desengaño porque me doy cuenta de que no. Nuestra vida es un continuo engaño y desengaño, una continua ilusión y desilusión, un continuo encanto y desencanto. (…)
Mecanismo egocéntrico
Así se forma lo que yo denomino mecanismo egocéntrico, que es el principal generador de conflictos. Este mecanismo egocéntrico tiene dos piezas fundamentales: el yo idea y el yo ideal. La identificación con un yo idea (idea limitante de mí mismo), y la inevitable proyección del potencial y de la riqueza que somos hacia un ideal, hacia un pretender llegar a ser de una manera acorde con el modelo impuesto (yo ideal). Al conjunto de estrategias que utilizamos para escapar del yo idea y alcanzar el yo ideal lo denominamos personaje.»
Ejercicio práctico
La aceptación como curación de la sombra
La propuesta consiste en escoger una relación, una persona próxima a nosotros, con la que vamos a hacer el trabajo examinado hasta ahora. Más adelante intentaremos ver esa misma relación desde otro ángulo.
Una vez escogida la persona, elaboraremos una pequeña lista de las cosas que nos alteran de nuestra relación con ella. Debemos ser absolutamente sinceros y anotar todo aquello que nos hace sentir mal, con mayor o menor intensidad. A partir de ahí, tomaremos una cuestión de la lista, la que nos altere especialmente, y haremos un trabajo de aceptación. Después podremos hacer lo mismo con las restantes.
Cerramos los ojos y visualizamos la actitud de la persona escogida. Está frente a nosotros y, de repente, nos da una respuesta desproporcionada. Nos imaginamos esa situación, que seguramente hemos vivido en muchas ocasiones, y detectamos que al hacerlo aparece ese tono interno de alteración. No importa el motivo, vemos que nos provoca una agitación interior, una energía que reverbera en nuestro interior, la misma que no nos permitieron expresar. Y observamos que el otro sí lo hace, y además de un modo que nos parece irracional.
Es importante que nos demos cuenta de que se produce esa reverberación o resonancia interior y que intentemos localizarla. Nos damos un tiempo para ubicarla físicamente: dónde la sentimos, cómo la sentimos. Observémonos con calma, visualicemos la imagen, juguemos con ello hasta que vayamos notando dónde está esa presión, ese nudo, esa tensión, o ese fuego que arde. Y una vez localizados, los señalaremos tranquilamente con la mano.
Esto es una invitación a hacer un trabajo
«Recuperar el estado de gracia, hoy por hoy, necesita de un trabajo y una dedicación constantes, pacientes, diarios, persistentes, por los que uno ejercite esta capacidad extraordinaria de ver y de constatar evidencias y verdades. Estamos acostumbrados a perdernos en lo complicado, entre la complejidad de las creencias y lo ilusorio de las apariencias.
Necesitamos trabajar en pro de la simplicidad, necesitamos baños constantes de verdad, volver a lo que es natural, a la experiencia, y eso requiere generar unos nuevos y saludables hábitos, y hoy por hoy, para todos, requiere también un esfuerzo. El esfuerzo y el compromiso de crear un espacio en el que tener una intimidad con uno mismo, un espacio en el que aprender a escucharse y a soltar toda esa maraña de falsas creencias que han venido de fuera y que nos hacen vivir de un modo enajenado, un espacio en el que reencontrarse con la quintaesencia de cada uno, con aquello que nos constituye y que poco a poco iremos descubriendo, como hemos visto juntos.
Reencuentro
El reencuentro con uno es el reencuentro con todos, es el reencuentro con la vida, pero eso, insisto, requiere una dedicación, un compromiso. Os animo a que asumáis ese compromiso, un compromiso meditativo diario, un compromiso también con una actitud en la vida que está ligada con todo lo que hemos compartido juntos, una actitud dadivosa, generosa, en la que uno se vuelca totalmente en el instante presente, en la que uno deja de vivir con temor y también soltando metas, deseos y objetivos, y simplemente encara la situación procurando dar lo más y lo mejor de sí mismo, haciendo de la autenticidad su gran bandera, abriéndose también a los demás e intentando llegar a su raíz y a la situación, escuchando de veras.
Eso también implica un trabajo, un desafío en la acción, no dejarnos llevar por inercias habituales y dejar de hacer lo mismo que hemos hecho siempre. Se requiere un plus de conciencia, un plus de entrega, un plus de apertura, un plus de energía, y eso implica un trabajo constante y diario, que viene fundamentado en la práctica meditativa diaria y en la determinación de mantener esta actitud durante el resto del día y sin olvidar otra de las grandes claves que no podemos dejar de lado, ese reencuentro cada noche al irnos a dormir con ese pequeño niño que aún sigue vivo en nosotros, que aún marca una gran parte de nuestros días y de nuestras vidas con el dictado de unas ideas que le fueron inculcadas, unas ideas que limitan artificialmente nuestras vidas y que necesitan ser neutralizadas. (…)
* Soltar el yo. Antonio Jorge Larruy. Ed. Luciérnaga.