Lo más conocido de Sísifo es que fue condenado a subir por toda la eternidad una pesada piedra a lo alto de un monte, una piedra que, no bien llegaba a la cima, caía pendiente abajo y Sísifo debía volverla a subir. Este hecho se ha relacionado desde la filosofía, con lo absurdo de la vida, pero creo que tiene enseñanzas mucho más prácticas sobre nuestro psiquismo.
“Los dioses habían condenado a Sísifo a transportar,
sin cesar, una roca hasta la cima de una montaña,
desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso.
Pensaron, con algún fundamento,
que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza”
-Albert Camus-
Por CARME GARCIA GOMILA (médica y psicoanalista)
Conocemos este final, pero ¿quién había sido Sísifo?
Empiezo por confesar que este mito me caía mal. Sísifo es uno de los personajes preferidos por los filósofos del existencialismo. Su sufrimiento absurdo despierta una cierta piedad, pero a mi me molestaba sin saber porqué. Sin embargo, cuando descubrí el origen de este castigo me interesó muchísimo por el conocimiento que contiene de la psique y sus dificultades en dejar morir, es decir, en acabar con situaciones, trabajos, relaciones o sencillamente estados de ánimo, para que pueda aparecer algo nuevo.
Sísifo fue el fundador de Corinto, pero su personalidad era la de un auténtico sociópata que utilizaba métodos mafiosos para todo. Asesinatos de personas hospedadas en su casa para robarles, chantajes y secuestros con tal de salirse con la suya. Era tan astuto que incluso consiguió engañar a los dioses.
Presenció el secuestro de la ninfa Egina por parte de Zeus, pero guardó el secreto. Cuando el padre de la joven Asopo, rey de los ríos, le preguntó por ello, le proporcionó la información a cambio de una fuente de agua dulce para Corinto, que todavía puede verse en las ruinas de la ciudad. Cuando Zeus se enteró, montó en cólera y envió a Tánatos, la muerte, para acabar con él. Sísifo, sin inmutarse por el aspecto terrible de la muerte, la engatusó con comidas y bebidas y con palabras seductoras, y la ató con los mismos grilletes que la muerte llevaba para él. Durante el tiempo en que Tánatos estuvo en las mazmorras de Sísifo nadie murió en la Tierra. Entonces Hades se quejó a Zeus de que no llegaban nuevas almas al inframundo y Zeus mandó a Ares, el dios de la guerra, para que liberara la muerte y se llevara a Sísifo al reino de los muertos.
Sísifo, con gran astucia, le había dicho a su mujer que no celebrara ninguna ceremonia fúnebre en su honor. Así que, ya muerto, empezó a implorar a Hades que le dejara regresar para reprender a su mujer y poder organizar las exequias y quedar en paz. Tanto insistió que Hades accedió a que Sísifo volviera a la vida. Una vez de nuevo en la tierra, Sísifo no volvió como había prometido, sino que vivió muchos años hasta que finalmente Hades y Tánatos le llevaron al inframundo donde Zeus le impuso, para toda la eternidad, el castigo que le hizo famoso.
¿Qué nos cuenta Sísifo mientras sube la piedra al monte?
Me pilló la redacción de este artículo a comienzos del año, ese momento en que dejamos atrás doce meses con la necesidad del ritual de mostrar deseos para los doce meses que vendrán. Lo nuevo está lleno de temores por eso necesitamos rituales que alimentan la ilusión y la esperanza. Para empezar algo, siempre hay que terminar con algo, aceptar que cada cambio implica una pérdida, por tanto, dejar morir, excluir, elegir. Este es el significado de la muerte en los mitos y los símbolos: la posibilidad de un cambio y un nuevo rumbo, y cuando se habla de castigo, en realidad debemos hablar de consecuencias en el plano psíquico.
Muchas personas tienen dificultades en terminar las cosas. Estudios que empiezan y no acaban, parejas que se arrastran en una pobreza emocional enorme, pero son incapaces de separarse, proyectos que se inician sin poderlos acabar nunca, no poderse desprender de objetos, llegar tarde a todas partes por no poder dejar lo que se está haciendo, no terminar la comida del plato. Estas son algunas señales de que probablemente nuestra capacidad de trabajo útil esté bloqueada y seamos como Sísifo subiendo la piedra.
El problema no estaría tanto en no acabar algo. El verdadero miedo es a la incertidumbre y a lo incierto que aparece después de la toma de decisiones. Personas que temen tanto lo incierto que evitan los cambios, y así sin despedirse de nada se precipitan, como consecuencia no como castigo, a la repetición constante de un trabajo estéril. Puesto que nada muere, nada puede vivir. Por miedo a lo nuevo, las cosas se detienen antes de su fin, nada acaba, y por tanto nada comienza. La libertad implica siempre una pérdida. Empezar un nuevo proyecto no quiere decir partir de cero, ya que por suerte existe la memoria, pero sí implica desprenderse de algo.
El poeta Antonio Porchia en una de sus sabias frases nos dice: “Vivir es crear problemas. Morir es resolver problemas. Sólo quien vive muriendo puede resolver sus problemas”. Así pues, el poeta nos habla de la capacidad de terminar, de dejar atrás, de dejar morir aspectos de nosotros mismos, dejar atrás relaciones, creencias, trabajo, lugares y, sobre todo, maneras repetitivas de comportarnos si no queremos caer en el absurdo de la muerte en vida como le sucedió a Sísifo.