Esta planta, la Leucas aspera, posee actividades antifúngicas inhibidoras de la prostaglandina, antioxidantes, antimicrobianas, antinociceptivas y citotóxicas.
¿Por qué las prostaglandinas son tan importantes en el control de la inflamación?. Y sobre todo, ¿qué son?. Veamos primero los diferentes tipos de grasa que podemos encontrar en cualquier sabroso plato de comida.
Las grasas están constituidas por ácidos grasos, que según el tipo de enlace están clasificados en saturados, monoinsaturados o poliinsaturados. Aunque todos los alimentos contienen grasas en diferente grado de saturación, los saturados (salvo algunas excepciones como la grasa de palma y el aceite de coco) son más frecuentes en el reino animal y sus derivados, mientras que los no saturados abundan en el reino vegetal (aunque también se pueden obtener del pescado).
Nuestro organismo es capaz de crear, a partir de otros nutrientes, todos los tipos de ácidos grasos que necesita, menos los que pertenecen a la series omega 6 y omega 3, por lo que se consideran esenciales. Los primeros los podemos encontrar principalmente en los frutos secos, en algunas semillas y en las legumbres, mientras que los famosos omega 3, que muchas veces se consumen en forma de complemento alimenticio, son abundantes en las semillas de lino o en los frutos secos, sobre todo en las nueces (también en el pescado, pero aquí no nos interesa).
Ninguno de los dos debería de faltar en muestra dieta, pero es importante que se encuentren en equilibrio, cosa que no suele suceder en un régimen donde prevalecen los alimentos procesados, la bollería industrial y la comida rápida.
A partir de estos ácidos grasos esenciales, las células de nuestro cuerpo sintetizan unas sustancias, llamadas prostaglandinas, que actúan como si fueran hormonas de efecto local. Las hay de tres tipos; las PGE1 y las PGE2, que derivan de los omega 6, y las PGE3, producidas a partir de los omega 3.
Estas sustancias son interesantes para nosotros porque unas son inflamatorias y tienen un efecto vasodilatador (PGE2), mientras que las otras tienen una acción básicamente antiinflamatoria (PGE1 y PGE3).
Según los expertos, el consumo de grasas saturadas o de grasas trans (margarinas, bollería industrial, etc.), así como un exceso de ácidos grasos omega 6 en nuestra dieta, tiende a estimular la producción de prostaglandinas de tipo (PGE2), y otras muchas sustancias con poderosos efectos inflamatorios.
Pero la buena noticia es que cuando incluimos en nuestros platos alimentos como las algas, semillas de lino, avellanas, pipas de calabaza o el brócoli, nuestro cuerpo es capaz de producir, a partir de los ácidos grasos de estos alimentos, prostaglandinas del tipo (PGE3), que tienen la virtud de controlar la inflamación.
Sin embargo hay «alimentos», como el azúcar refinado, que dificultan la producción de estas sustancias antiinflamatorias, además de otros factores como el estrés, o la falta de vitaminas C, B3 o de zinc.
Esta alquimia transformadora de unos ácidos grasos en prostaglandinas se lleva a cabo en el hígado, así que todo lo que favorezca la buena salud del hígado será bueno para controlar el dolor, los edemas y la falta de energía.