Dicen que actualmente es muy difícil encontrar una pareja que dure en el tiempo, que ya no aguantan nada. Ante cualquier dificultad las personas prefieren separarse y entran en una búsqueda agotadora de lo que se supone una relación ideal, sin fricciones ni desencuentros.
Y es que aguantar supone sostener un malestar que va deteriorando a la persona hasta llegar a perjudicar su salud psíquica, emocional e incluso física. Sin duda, la dependencia económica, la presión social y cultural, son factores que pueden tener mucho peso a la hora de soportar situaciones dentro de la pareja que no son propias del amor que se espera conseguir cuando se está compartiendo la vida con otra persona. Por suerte, estas circunstancias hoy en día han cambiado, facilitando la capacidad de decidir con libertad.
Sin embargo, pretender no tener diferencias, desacuerdos y conflictos en una relación de pareja es tener una visión muy poco realista de la vida, e ir de relación en relación, esperando encontrar la supuesta «media naranja» que encaje a la perfección, es un argumento del amor romántico que ha causado mucha confusión en lo que es la relación con el otro. Es normal tener desacuerdos y conflictos en una relación de pareja. Lo interesante es averiguar cómo resolverlos sin soportar lo intolerable y sin huir. La relación de intimidad que nos brinda una pareja es una gran oportunidad para seguir conociéndonos, desarrollarnos y mejorar como personas.
La pareja desde la perspectiva sistémica
En la Mirada Sistémica hay varios principios que ayudan a entender los desencadenantes de muchos de los conflictos que surgen en las parejas. Algunos de ellos:
● Como seres mamíferos que somos hay un impulso natural en desear estar en pareja. Obedece a los principios naturales no solo de procreación, sino de necesidad de contacto, seguridad e intimidad con otro ser humano. Aunque se puede vivir plenamente sin pareja, hay que reconocer esa necesidad de compartir.
● Toda persona está vinculada por consanguinidad a su sistema familiar de origen. Esto implica llevar consigo creencias, miedos, heridas, talentos, habilidades, etc., de los suyos, de las experiencias de los que le precedieron. Cuando se forma una pareja, no solo se unen dos personas, sino que sus dos sistemas familiares resuenan entre ellos con sus particulares formas de sentir, percibir, entender y enfrentar la vida. Esta resonancia puede ser por similitud o por contraposición.
● Las primeras relaciones que aprendemos son las que experimentamos en nuestros primeros años de vida con nuestros cuidadores y marcarán, como si de un molde se tratara, unos patrones que repetiremos o intentaremos rechazar; en cualquier caso, traeremos consciente o inconscientemente a nuestro presente una particular manera de sentir, pensar y hacer.
● La reactividad emocional, la hipersensibilidad, el sobredimensionar algún aspecto de la relación o la rigidez en valores no compartidos, por ejemplo, son signos que indican que alguna herida infantil o mochila de carga familiar está entrando en juego en la relación.
● Una pareja se fundamenta en una relación de iguales, es decir, debe existir un equilibrio entre lo que se da y lo que se recibe. No necesariamente se tiene que dar y recibir lo mismo en la misma medida, es más un sentir interno de que no existe una descompensación entre los dos. Hay que tener en cuenta que, dependiendo de cómo sea cada familia de origen, se valorará de manera diferente ciertos aspectos (economía, cuidados, afecto, seguridad, ocio…). Darse cuenta de estas diferencias puede evitar muchos de los conflictos que suelen surgir.
En resumen, en una relación de pareja hay que tener en cuenta que cada una lleva consigo las heridas, talentos y dificultades de su propio sistema familiar. El conflicto en la pareja puede ser una muestra de que algún aspecto de origen debe ser atendido, una oportunidad para sanar algún tema familiar. El resultado de atenderlo desde la adultez y consciencia facilita elegir libremente la continuidad o no de la relación y, sobre todo, no volver a repetir situaciones de «aguante o huida». Sentirse acompañado por un igual en el trayecto de la vida es de lo más gratificante que se puede experimentar.
Julián y Mercedes vienen a terapia de pareja
Cuando una pareja viene a consulta, a menudo cada uno necesita describir el problema que tiene con el otro, relatando minuciosamente cuestiones o comportamientos de la otra persona que considera inapropiados. Suelen buscar el posicionamiento del terapeuta a favor de uno y, sobre todo, esperan que el otro haga los cambios para que la pareja vaya por buen camino.
Julián y Mercedes así lo hicieron en un primer momento, necesitaban desfogarse, aunque al no recibir apoyo por mi parte fueron bajando expectativas en su interés personal por buscarme como aliada a su causa.
El motivo que les trajo hasta la consulta es que después de tres años de relación de pareja conviviendo, Mercedes sentía que no avanzan. Ella deseaba ser madre, pero no sentía que Julián estuviera dispuesto. Por su parte, Julián manifestó que era Mercedes la que había ido aplazando esta decisión y que su deseo apremiante había surgido de repente, justo ahora que había empezado un nuevo trabajo que le apasionaba y le ocupaba mucha energía. Para él, Mercedes había entrado en una espiral de celos, desconfianza y control que le agobiaba. En esas circunstancias, no se planteaba la paternidad.
Acogidas las emociones que surgieron en este intercambio, les expliqué en qué consistía una terapia sistémica, ya que normalmente las explicaciones que traen sobre los conflictos, suelen ser la punta del iceberg de algo más profundo. Abrirse a lo que se activa de verdad en una relación, en general, exige adentrarse en analizar las familias respectivas y destapar heridas de origen.
Decidieron emprender esta aventura terapéutica, aunque Mercedes manifestó sentirse cansada de encontrarse con parejas que no se comprometían y no podía ver que sus problemas tuvieran nada que ver con su familia de origen.
Revisamos sus familias de origen
Tienen en común haber nacido en unas familias numerosas. Mercedes es la mayor de cinco, tres chicas y dos chicos. Julián es el menor, tiene tres hermanas mayores.
Mercedes expresa con más intensidad emocional la vivencia de lo que representó para ella tener que ser la cuidadora de sus hermanos. Sus padres trabajaban mucho para sacar adelante una familia tan amplia y ella tuvo que asumir de bien pequeña las tareas de casa y hacerse cargo de sus hermanos menores. Actualmente sus padres ya no están y cree que nunca la tuvieron en cuenta, ni siquiera cuando los cuidó le expresaron agradecimiento. No eran muy cariñosos, explica.
Considera que ella siempre le toca cuidar a los demás, pero que a ella nunca la han cuidado. Respecto a sus hermanos, se siente orgullosa de ellos, aunque le gustaría tenerlos más cerca. Cada uno ha hecho su vida “dispersándose” y apenas se ven desde que murieron los padres. En su trabajo se lleva muy bien con gente más joven, habla de sus compañeros diciéndoles «mis niños del trabajo». Sin embargo, se queja de que lleva muchos años en el mismo puesto y siempre promocionan a otros antes que a ella.
El relato de Julián está más exento de emotividad, es más analítico. Explica que el motivo de su nacimiento es que su padre quería un niño y no paró hasta que lo obtuvo. Llegó a decir que está seguro de que, si él hubiera sido el primero, sus padres no hubieran tenido más. Era lo que quería papá, y mamá sólo quería contentarlo.
Sus padres viven con una de sus hermanas y él los visita de manera regular. Mantiene una relación que él cataloga de cordial. Investigo un poco más en el ámbito afectivo de su familia y describe una familia muy correcta en el trato, pero sin muestras de cariño explícito. No se besan ni se abrazan. Y de pequeño no lo recuerda. El recuerdo que tiene de su infancia es que sus hermanas querían jugar con él, pero que su padre se lo prohibía para evitar una «influencia demasiado femenina que lo pudiera perjudicar en su educación como futuro hombre».
Cómo se constituyeron como pareja
Se conocieron en un momento en el que los dos se encontraban en un período de crisis.
Julián había sido despedido del trabajo por desavenencias con su jefe directo, le expedientaron y ese hecho fue el detonante de un enfrentamiento con su padre. Él hubiera esperado el apoyo de su padre ya que se sentía maltratado como empleado, no se le reconocía su valía y quiso «luchar» para que lo consideraran. Sin embargo, lo que recibió fue menosprecio por parte de su padre. Le dijo que era una vergüenza para la familia, que de saber que su hijo le dejaría tan avergonzado no lo hubiera tenido.
Para Julián fue un impacto tan fuerte recibir este mensaje de su padre que entró en una depresión que le duró meses. Explica que ahí se dio cuenta que él siempre había obrado según las expectativas de su padre, pero que, en realidad, tampoco sabía qué era lo que su padre quería de él. Todavía pesaba mucho para Julián ser «el regalo» que le ofreció mamá a su marido, un varón.
Por su parte, Mercedes salía de su segunda relación de pareja fallida. Se sentía una fracasada, con mucho resentimiento hacia ese chico que le había hecho «perder el tiempo». Resentimiento que todavía se hacía patente al hablar de él. «Me engañó», «me utilizó», «era mucho más guapo que yo, por eso me tenía ganada, porque nadie entendía qué hacía conmigo cuando podía estar con quien quisiera. Y al final, así fue, se iba con quien quería y luego volvía a mí para que lo perdonase. Hasta que me cansé de aguantar infidelidades».
En estas circunstancias se conocieron. En un momento de absoluta necesidad de consuelo que ambos se dieron. Y mientras han necesitado consuelo, cuidado y reconocimiento, todo ha ido bastante bien entre ellos. La pareja se sentía en equilibrio dando cuidado y recibiendo reconocimiento.
Las desavenencias empezaron a surgir cuando esta necesidad fue disminuyendo y empezaron a tomar algo de distancia. Aquí se despertaron algunas de las heridas que llevaban de origen.
Ordenar el pasado
Para visualizar ciertos aspectos de sus vidas, utilizamos la configuración con muñecos. Es una herramienta de tipo simbólico que permite representar elementos de un sistema, ya sean personas o conceptos, sin que intervenga tanto lo mental. Tenemos en cuenta la ubicación en referencia a los demás en su representación relacional, pudiendo mostrar visualmente y objetivar múltiples dimensiones de la realidad de la persona.
Invertimos unas sesiones en poner orden a las cuestiones anteriores a su vida en pareja.
En estas sesiones, Julián se dio cuenta de la necesidad de liberarse del deseo inconsciente de demostrarle a su padre su valía, «Parece que quiero que mi padre se enorgullezca de mí y que se arrepienta de lo que me dijo». Ahí pudo reconocer que al encontrar este nuevo trabajo que le apasionaba, se había volcado por completo a él, dejando de priorizar a Mercedes, como hasta ahora había hecho.
A Mercedes le costó redirigir ese rol de cuidadora hacia ella misma. Acostumbrada a recibir amor a cambio de cuidar a los demás y agotada de no recibirlo, hubo un día que se «rompió». La sesión de cuidar a su niña interior desde la mujer adulta que se ha convertido, fue muy reveladora para ella. Ese punto de inflexión representó en la relación de pareja, dejar de controlar el día a día de Julián para enfocarse en ella. Reconocer su valía y sus talentos y proyectarlos en algo que no la desgastara, sino que la nutriera.
Paralelamente, realizaban diariamente una tarea en casa. Les sugerí realizar un ritual para sanar el vínculo con sus padres: «Tomar a los padres». Un trabajo que también practicaron en un taller grupal y que les proporcionó mucha fuerza interna.
Después dedicamos un par de sesiones a ordenar también sus relaciones de pareja anteriores. Sobre todo, porque Mercedes todavía sentía mucho dolor con la última experiencia vivida y teñía la relación con Julián. Pasar el duelo y darle un buen lugar es un cierre necesario para estar disponible para la nueva pareja. El resentimiento de Mercedes le hacía estar atada a esa pareja anterior como si fuera una soga invisible que la empujaba a controlar los movimientos de Julián.
Julián se dio cuenta de que, en realidad, Mercedes no había cambiado su manera de estar con él desde el principio de su relación, pero lo que él percibía como atención y cuidado cuando estaba transitando su depresión, se había ido convirtiendo en control y agobio en cuanto había mejorado su estado.
Mirando un futuro compartido
Una vez realizada esta fase de paseo por su individualidad, y darse cuenta de las heridas emocionales que estaban trayendo a su presente, fue el momento de ir hacia el futuro.
Se dieron cuenta de que, hasta ahora, se habían mantenido como pareja utilizando inconscientemente roles de dependencia que no les ayudaba a ser personas autónomas, y que cuando su autonomía crecía les asaltaba el miedo a que el otro se fuera.
Dedicamos las últimas sesiones a investigar qué deseaban en su futuro y cómo se iban enfocando en ese espacio común, lo que les permitió darse cuenta de que también tenían que ceder en alguna parte de su proyecto individual de vida. Continuar con esa vida que compartían como pareja era lo que verdaderamente deseaban ambos. Así, sí.
Como resultado final, me mostraron una fotografía de ellos dos mirando hacia un horizonte precioso. Fue la fotografía que se hicieron un fin de semana y que quisieron enmarcar como recordatorio de la aventura terapéutica que habían transitado.
Significó un bonito ritual de finalización de este proceso.
Rosa Chacón, terapeuta familiar sistémica, profesional de «Integral, Cooperativa de Salut»