El poder del ayuno y las curas de frutas
Durante el ayuno, el cuerpo extrae de sus propias células lo que necesita y no recibe del exterior gracias al fenómeno de autolisis. Se trata de un proceso de digestión, literalmente de digestión (lisis) de uno mismo (auto). Tiene lugar en las células gracias a enzimas que se encuentran en las propias células.
Textos: Dr. Christopher Vasey y Johanna Brandt
Las enzimas
Podemos comparar las enzimas a unas «pequeñas obreras» que efectúan las transformaciones bioquímicas en el cuerpo. Por lo tanto, no sólo son activas durante el ayuno, sino siempre. Su trabajo consiste en unir sustancias sencillas para formar una compleja, o dividir una sustancia compleja en sus constituyentes.
Así, las enzimas unen moléculas de glucosa aisladas para formar largas cadenas de más de 10.000 elementos, el glucógeno que se almacena en el hígado. También unen los aminoácidos para formar las proteínas, así como los ácidos grasos y la glicerina para transformarlos en grasas.
A la inversa, las enzimas tienen también la función de dividir las proteínas en aminoácidos, el glucógeno en glucosa, etc. Existen numerosas enzimas diferentes, cada una especializada en un trabajo concreto.
Poder transformador
Las capacidades de transformación que poseen las enzimas se manifiestan tanto en los tejidos sanos como en los tejidos enfermos. Degradan pues tanto las grasas que se encuentran en reservas sanas como las acumulaciones patológicas de grasas, como en la obesidad; tanto las proteínas de un músculo como las proteínas de una célula cancerosa; tanto los minerales del tejido óseo como los de un quiste.
Autolisis y ayuno
La autolisis es un fenómeno natural y corriente. Si una astilla es expulsada fuera del cuerpo de forma espontánea, es que los tejidos que la separan de la superficie sufren poco a poco una autolisis, que le prepara la vía de salida. Si, después del parto, el útero vuelve a sus dimensiones habituales y si, después de la lactancia, las glándulas mamarias recuperan las suyas, es gracias a la acción de autolisis de las enzimas.
Durante el ayuno, el cuerpo autolisa sus propios tejidos para obtener aportes nutritivos. Por lo tanto, gracias al fenómeno de autolisis el cuerpo sobrevive durante este periodo de privación.
¿Podría ser peligroso?
Podemos preguntarnos si este proceso es peligroso para el organismo. En efecto, al atacar indiferentemente cualquier tejido o todos los tejidos a la vez, ¿se corre el riesgo de que los órganos vitales, como el corazón o el cerebro, por ejemplo, sufran lesiones y se produzca la muerte de la persona que ayuna?
Además, excepto las grasas y los azúcares, que se almacenan especialmente para los periodos de hambre, las otras sustancias nutritivas (proteínas, minerales, vitaminas…) no se apartan en reservas especiales, sino que se integran directamente a los propios tejidos, al esqueleto, la piel y los diferentes órganos.
En estas condiciones, ¿debemos temer que, al extraer sustancias de los tejidos, éstos se vean privados de sus constituyentes y caigan enfermos?
No, si seguimos correctamente todos los pasos, porque la autólisis es un proceso que ayuda al organismo a auto regularse de forma natural. ¿Cómo sucede? Veámoslo, brevísimamente.
Sabiduría del cuerpo y autolisis
Nada en el organismo ocurre por casualidad, sin razón. Al contrario, todo está dirigido, desencadenado, armonizado y orquestado de manera controlada e inteligente. La autolisis no escapa a esta regla. No ataca indiferentemente a todos los tejidos, llevándoselo todo por delante. Las personas que han practicado numerosos ayunos o que han seguido a personas que ayunan han podido constatar que los tejidos menos importantes sufrían la autolisis antes que los importantes. Es algo comprobado y confirmado de forma científica por parte de médicos y fisiólogos.
Durante el ayuno, los tejidos esenciales reciben las sustancias nutritivas que necesitan gracias a la autolisis de los tejidos menos esenciales. Así pues, estos últimos se sacrifican por los más importantes. Por ejemplo, las proteínas y los minerales de los músculos del brazo se utilizarán para la nutrición del cerebro.
Muy interesante
Por tejidos menos importantes no hay que entender solamente músculos, pelo, uñas, etc., con respecto al cerebro, corazón o sistema nervioso. También deben incluirse los tejidos menos importantes de tumores, bocios, abscesos, excrecencias, depósitos grasos patológicos, celulitis, etc.
Para decirlo todo, hay que mencionar también las sustancias no «esenciales», como todas las toxinas que impregnan los tejidos y congestionan los órganos (sustancias pegadas a los bronquios, cristales que bloquean las articulaciones) o las toxinas que circulan por la sangre y la linfa.
Es importante recordar que tanto los tejidos orgánicos sanos como los tejidos mórbidos y las toxinas se construyen a partir de sustancias nutritivas aportadas por la alimentación (proteínas, minerales). Los constituyentes de unos y otros pueden pues reutilizarse gracias a la autolisis.
Los miomas (tumores de los tejidos musculares) pueden proporcionar aminoácidos; los lipomas (tumores del tejido adiposo) proporcionan ácidos grasos; los osteomas (tumores del tejido óseo), minerales, etc.
El colesterol proporciona ácidos grasos, el ácido úrico aporta sustancias nitrogenadas, etc.
Cuando se inicia el ayuno
Una vez empezado el ayuno, el orden de utilización de los diferentes tejidos es el siguiente: primero se utilizan las reservas normales, es decir, el glucógeno almacenado en el hígado y las células, así como la grasa de reserva. Una vez agotadas estas últimas, la autolisis afecta a los tejidos menos importantes para la supervivencia del cuerpo o, mejor dicho (¡mejor aún!), ya que se trata de tejidos enfermos, a los más perjudiciales para el bienestar. Se degradan pues las toxinas que saturan el terreno orgánico y todos los tejidos enfermos: quistes, tumores, etc.
La inteligencia del organismo
Nunca dejará de sorprendernos la inteligencia del organismo y de la naturaleza, en esta muestra de capacidad de autocuración. Las cifras que nos comunican los fisiólogos sobre el porcentaje de pérdida de peso de cada órgano durante la muerte por inanición, es decir, cuando el proceso de ayuno se lleva al extremo, nos muestran la inteligencia que gobierna la autolisis de los tejidos.
Las pérdidas se dan en orden descendente. Los tejidos grasos, reservas naturales del cuerpo, son los más autolisados; el 97% de las grasas del cuerpo se degradan por autolisis. Después viene el bazo, que pierde el 67% de su peso inicial, y el hígado, con un 54%. Si estos dos órganos, tan importantes para el organismo, figuran en la parte superior de la lista, es que en ellos la pérdida es cuantitativamente importante, pero poco importante cualitativamente.
En efecto, lo que se elimina ante todo es agua, así como grasa y glucógeno en el caso del hígado. A pesar de la importancia de las pérdidas, estos órganos pueden continuar trabajando correctamente. Siguen los músculos, un 31% de pérdida; la sangre, un 27% (pero los tejidos que irriga se reducen también); los riñones, un 26%; la piel, un 21%; los pulmones, un 18%; los intestinos, un 18%; el páncreas, un 17%; los huesos, un 14%.
Así que el problema lo tenemos solo en el caso de hambruna severa, porque
después se autolisan los tejidos sanos, pero empezando de nuevo por los menos importantes, los músculos, por ejemplo. Solo si el ayuno tuviera que continuar demasiado tiempo, como en caso de hambruna, y no en caso de ayuno terapéutico, se autolisarían tejidos esenciales y podría darse la muerte por inanición.
Los órganos menos afectados por la autolisis son, naturalmente, el cerebro, la médula espinal y el corazón, es decir, solamente se degrada el 3% del peso total.
Un tejido patológico puede degradarse y destruirse por completo durante el ayuno
Es impresionante constatar hasta qué punto un órgano «no esencial» puede autolisarse para proporcionar nutrientes a los órganos esenciales. Las cifras referentes a la autolisis de los tejidos mórbidos (tumores, quistes) son todavía más impresionantes, puesto que estos tejidos pueden autolisarse en un 100%. En otras palabras, sus elementos constitutivos se disocian, los que se pueden reutilizar se transportan a los órganos que los necesitan y los otros son eliminados. Por ejemplo, un tumor puede desaparecer por completo.
Ahí reside el valor curativo del ayuno.
Desaparición de un tumor. ¿Y después?
Esto no significa que la desaparición de los síntomas de la enfermedad (el tumor en el cáncer) se considere como la prueba de la curación total. La curación sólo se obtiene cuando el terreno orgánico a partir del cual se ha desarrollado la enfermedad también se corrige y se limpia.
Pero durante el ayuno ─y contrariamente a otros muchos enfoques terapéuticos─ el terreno también se limpia. En efecto, la autolisis de las toxinas que saturan el terreno se efectúa paralelamente a la autolisis de los tejidos mórbidos. Así, según la duración del ayuno, no solamente se elimina la parte enferma, sino que también se limpia el terreno que ha permitido su aparición.
Otros trastornos de salud
Lo que acabamos de ilustrar aquí mediante el ejemplo del tumor también es cierto para otros trastornos de la salud, como el acné, la artrosis o una afección gripal.
El hecho de que los residuos y los tejidos enfermos se autolisen antes que las partes sanas del cuerpo en el fondo es lógico. El cuerpo, gracias a su sistema inmunitario, puede distinguir lo que forma parte de sí mismo de lo que le es ajeno. También es capaz de identificar rápidamente todo lo que no es él mismo o resulta peligroso para su integridad, los intrusos (microbios, virus, bacterias, parásitos), los venenos y/o las células que no respetan la arquitectura y la organización global del cuerpo (las células cancerosas).
Después de identificarlas, puede organizar su sistema de protección y destruir o neutralizar «al enemigo» de manera selectiva.
La degradación de los tejidos mórbidos es también más fácil para el cuerpo, porque son partes menos integradas en la economía orgánica general y, por lo tanto, más débiles.
Ayuno terapéutico: el verdadero objetivo
El objetivo del ayuno terapéutico no es, por supuesto, llevar la autolisis hasta el estadio de lesiones graves que produzcan la muerte. El objetivo buscado es desencadenar el proceso de autolisis, mantenerlo mientras su trabajo corresponda a una limpieza orgánica e interrumpirlo absolutamente y en todos los casos antes de que los tejidos sanos empiecen a verse afectados. El momento en que hay que interrumpir el ayuno es más fácil de determinar de lo que parece, puesto que este momento va precedido del regreso de la verdadera hambre.
Más sobre el ayuno en Integral: 243, 393, 474 y sobre su relación con el antienvejecimiento: 488.