Texto: Carme García Gomila (médica y psicoanalista).
Pandora significa «la que todo lo da», pero esta acepción en principio agradable del nombre no hace justicia a la triste historia de esta mujer, la primera de la humanidad según la mitología griega. El origen de su mito está en Prometeo, el Titán que quería liberar a los hombres y les entregó el fuego (ver Integral 498). No contento Zeus con castigar a Prometeo con un horrible suplicio quiso, valiéndose de él, castigar también a la humanidad entera. Para ello encargó a Hefestos una figura de arcilla que imitara a las diosas y le insufló la vida.
Después le pidió a Afrodita que le infundiera encanto, a Atenea que le otorgara el conocimiento de las artes de la casa y a Hermes (ver Integral 503) que le proporcionara la palabra, la curiosidad y la capacidad de mentir. Así fue como la primera mujer fue ideada por Zeus (ver Integral 499) para castigar a la humanidad que había sido favorecida por Prometeo. Para ello envió a Pandora como obsequio junto con una hermosa caja de regalo que contenía todos los males del mundo.
La primera mujer fue diseñada como señuelo
Prometeo rechazó la ofrenda pues no se fiaba de Zeus, pero su hermano Epimeteo se enamoró de Pandora, la llevó a su casa, se casaron y tuvieron una hija, Pirra. Prometeo advirtió a su hermano que no abrieran nunca la caja regalo de Zeus y que guardara la llave a buen recaudo, pero al cabo de un tiempo Pandora, cumpliendo con su destino, no pudo aguantar la curiosidad, robó la llave y abrió la tapa de la caja y así se esparcieron todos los males por el mundo: enfermedades, vicios, fatiga y la necesidad de trabajar para sustentarse. Al darse cuenta de su error, Pandora aterrorizada volvió a cerrar la caja, donde una sola cosa quedó atrapada dentro de ella: la esperanza.
¡Cómo se parece este mito al de Eva en el Génesis! Y cómo se parece Zeus a Yahvé en su prohibición de conocer. La primera mujer, la prohibición, una humanidad libre de problemas como en el Edén que la curiosidad y el desafío a la autoridad hacen desaparecer. La curiosidad castigada como pecado original ha impregnado la psique del ser humano desde el principio de los tiempos, de la misma manera que dioses soberbios, probablemente representantes del poder, se niegan al bienestar de los humanos. La imagen de hombres fascinados por la belleza de una mujer -por la que pierden la cabeza- y de mujeres mentirosas y aprovechadas que no saben contenerse y generan grandes males está tan arraigada que se acaban perdiendo de vista la tiranía de la orden y la crueldad del castigo. No dar fuego a los hombres, negar el saber, no pensar: quien se atreva será castigado, como Adán y Eva, con la expulsión del paraíso por un ángel con su la espada flamígera y condenado a las fatigas del parto y a los sudores del trabajo. Él y toda su descendencia.
Son dos tradiciones mitológicas muy alejadas pero a su vez, contienen algo de la psique humana en relación a los peligros del saber (sea abrir una caja, sea comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal). El origen es poseer el control de los humanos. Algo así como: lo bueno existe, pero hay algo mejor y tu no lo puedes tener, si lo intentas tendrás un gran castigo. Luego el propio poder pone la tentación: la caja prohibida o la serpiente tentadora, y la mujer en el lugar de lo prohibido, lo deseado a cualquier precio.
¿Hay más cajas que abrir?
No está de más preguntarse dónde viven ahora este Zeus y este Yahvé vengativos, saber en qué se ha transmutado la caja de Pandora y dónde vamos a encontrar el señuelo que puede desatar más males para la humanidad.
Como vamos viendo, en todos los mitos podemos llevar a cabo una lectura desde el punto de vista intrapsíquico, una mirada hacia el alma humana individual, pero también una lectura desde el punto de vista social o antropológico.
Desde nosotros mismos, muchas veces tememos el saber, nos negamos a darnos cuenta de situaciones que aguantamos por la creencia que saber será peor, y decidimos instalarnos en creencias que nos mantienen no en un Edén, sinó en un estado de insatisfacción y falta de libertad interna. A veces somos nuestros propios Zeus y nos imponemos restricciones con una supuesta amenaza de castigo, o incluso a veces peor, nos imponemos el castigo. Abrir la mente puede entrañar peligros, pero vivir encerrado en un sistema de creencias guiado por el miedo es vivir muy peligrosamente. Eso sí, a veces podemos quedar seducidos por la belleza y con ella nos llegan muchos males. La creencia de que lo bello es bueno per se, es otra de las mentiras insufladas que nos llevan a vivir mal y que tienen su arraigo en el propio sentimiento de incapacidad o menudencia.
A nivel sociológico, cabría preguntarse si la llegada de las atractivas nuevas tecnologías, por poner un ejemplo, no sería una bella caja de Pandora que nos fascina y entretiene a través de funciones que nos captan la atención, series y películas a cualquier hora que substituyen nuestra imaginación y que contienen ideas endulzadas que favorecen el control y la pérdida de libertad. Todas ellas apadrinadas por Hermes, el hijo predilecto de Zeus, con su capacidad de embaucar y robar.
¿Qué nos dio Pandora?
Cuando Pandora vio los males del mundo saliendo de la caja, la cerró rápidamente y dejó encerrada la esperanza. De aquí la frase de que la esperanza es lo último que se pierde. Existen dos lecturas para esta cualidad. Una es que la esperanza de una mejoría permite o consigue hacer más soportables los males del mundo. Es decir que solo serviría para seguir aguantando. Otra acepción, es la de que luchando pueden revertirse las cosas, que el miedo no debe paralizarnos hasta el punto de no luchar. Zeus existe, dentro y fuera de nosotros, pero también Prometeo, y una Pandora arrepentida que pudo impedir que todo su destino se cumpliera al mantener la esperanza en posesión de la humanidad.