Como muchos ya sabrán, el final de la historia es trágico, pero Zeus inmortalizó su recuerdo a través de la lira. Colocó la lira de Orfeo en lo alto del cielo y formó una nueva constelación para que todos recordaran la historia de Orfeo y Eurídice. La constelación de la Lira tiene la estrella más brillante del cielo, ‘Vega’, que simboliza el poder eterno del amor, más allá de la muerte. Se trata de una estrella azul, situada a unos 25 años luz de la Tierra y puede verse a simple vista las noches de verano. Si miramos al cielo y suena una música, posiblemente nos acompañarán aquellos a quienes amamos.
CARME GARCIA GOMILA (Médica y psicoanalista)
Un músico especial llamado Orfeo
Orfeo según unos era hijo de Eagro, rey de Tracia, pero según otros, era hijo de ni más ni menos que del propio Apolo, dios de la música y la poesía. Apolo vivía rodeado de musas y fue con una de ellas, Calíope, musa de la poesía épica y la elocuencia, con quién engendró a Orfeo. Teniendo estos padres no es extraño que Orfeo fuera tan buen músico. Se dice que Apolo le regaló su arpa, confeccionada por Hermes con el caparazón de una tortuga, junto con el poder de influir sobre las fuerzas de la naturaleza, los animales y los hombres. Así, Orfeo lograba interpretar las más bellas melodías que se hubiesen jamás escuchado y toda la naturaleza y los hombres y dioses se conmocionaban al escucharla.
Orfeo descubre con Eurídice, el amor y la muerte
Orfeo era muy enamoradizo, hasta que conoció a la ninfa Eurídice: vio su reflejo en un estanque e inmediatamente se enamoró de ella. Con su música consiguió que ella se enamorara de él y se casaron.
Pese a que Orfeo y Eurídice vivían muy felices en su palacio, ella no olvidaba que era una ninfa y por eso no podía dejar de ir a los bosques para estar en plena naturaleza. Una tarde fue al bosque, como era su costumbre y vio a Aristeo, un cazador rival de Orfeo que perseguía a un indefenso cervatillo. Ella ayudó a escapar al animal, lo que desató la ira de Aristeo. El hombre dijo que le perdonaría la ofensa, siempre y cuando aceptara darle un beso. Ella se negó. Aristeo quiso forzarla y entonces ella echó a correr. En su huida, pisó la cabeza de una serpiente que estaba dormida y esta la mordió. La ninfa murió en el acto.
Cuando supo de la muerte de su esposa, Orfeo se desesperó. No podía soportar su pérdida y decidió bajar al Hades, al mundo de los muertos, para implorar a Perséfone que devolviera la vida a Eurídice. Con su música y su canto amansó a Caronte y al Cancerbero, los guardianes del inframundo, que lo condujeron frente a Perséfone, quien, también impresionada por el amor y la música, le concedió el favor de devolver a Eurídice a la vida con una condición: que Orfeo no se girara para mirarla hasta que estuvieran fuera del Hades. Si no lo cumplía, Eurídice moriría de nuevo.
Cuando Orfeo salió del Hades se giró para mirar a Eurídice que todavía tenía los pies en el interior. Inmediatamente ella desapareció y Orfeo la perdió para siempre. Con su música recorría desesperado la Tracia y el desconsuelo hacía todavía más bello su canto. Tanto es así, que sin quererlo sedujo a las Bacantes que, cuando se vieron rechazadas, despedazaron a Orfeo y su cabeza fue lanzada al río, donde siguió cantando hasta el mar. El amor los unió, pero fue la muerte la que reunió para siempre a Orfeo y Eurídice.
¿De qué nos habla este mito?
En un nivel más simple, es un mito de prohibición. Si no haces lo que dicen los dioses, serás castigado. Pero creo que va mucho más allá de esta simple moraleja. En primer lugar, nos habla del poder de la belleza, de como el arte, en este caso la música nos ayuda a canalizar lo destructivo, a aliviar la tristeza y a amar en vez de odiar. No es banal que sea la música y no otra de las artes. La música conecta de forma especial con nuestro ser y nos lleva a la bondad esencial y al amor a todas las cosas.
Es la música la que crea la ilusión de que la persona amada vuelva a la vida, la que nos elimina a Creonte y al Cancerbero, la que usamos para implorar a Perséfone de que nos devuelva al ser amado y nos lo devuelve. No es en vano que hay música en las ceremonias fúnebres de todas las culturas. No en vano lloramos al escuchar la música que nos unió a alguien. Y ¿cuántos de nosotros no hemos tenido la ilusión de ver a la persona que hemos perdido, durante unos instantes, y que esta ilusión se deshace dejándonos de nuevo solos?
En cierta manera, todos hemos sido Orfeo.
Música y bondad
Es la música la que nos acompaña en las alegrías y desencantos. Y si más atención le prestáramos, más buenos seríamos. Con la cantidad de valores que hay, como la valentía, la heroicidad, la inteligencia, la astucia o el honor, elegir la bondad como un valor a destacar parece extraño, casi simple. Pero, ¿qué sería de la Humanidad sin la bondad? Se dice que han sido el apego y el amor los que nos han ayudado a sobrevivir como especie. Si la música ha podido contribuir a mantener estos dos sentimientos, algo tiene que ver en que estemos aquí, y el mito de Orfeo y Eurídice es, por tanto, un reflejo de lo más profundo del alma humana.