En el solsticio de invierno, uno de los polos terrestres alcanza su inclinación más distante del Sol (ver el número 480). Sucede dos veces al año, una vez en cada hemisferio, y marca el inicio del invierno. ¿Podemos celebrarlo de forma más sostenible y saludable?
Textos: Llull Amenós.
El Sol y la Tierra
El 21 de diciembre de 2021, a las 15:59 horas, ocurrirá el solsticio de invierno en el hemisferio norte, en países como México, Canadá, España o Francia. Se dice que el ciclo del año se da en esos pocos días de diciembre y enero, de ahí su importancia. En el hemisferio sur (en Argentina, Uruguay o Australia), tendrá lugar el 21 de junio de 2022.
El solsticio de invierno se aprecia en el hemisferio norte entre los días 20 y 23 de diciembre, y ocurre cuando el eje de rotación de la Tierra alcanza una inclinación máxima de 23,4º, con los rayos del Sol pasando por uno de los puntos de la eclíptica más alejados del ecuador. Es el día más corto del año: en ese instante uno de los dos hemisferios recibe menos luz solar.
El solsticio invernal tiene diferentes significados. En diversas culturas se asocia con la idea de renovación y renacimiento, y se llevan a cabo abundantes de festejos y rituales a lo largo del mundo para celebrar su llegada.
¿Cuándo es fiesta?
En la Naturaleza, ¡todos los días son fiesta! Por eso en 1981, cuando elaboramos el primer calendario de la revista, no marcamos en rojo los días festivos. Los números de todos los días estaban siluetados, para que cada cual pudiera llenarlos de color. Creíamos que las fiestas corresponden a una época y unas necesidades muy diferentes de las actuales, pero, aunque sea así, tendemos socialmente a la indolencia y a la comodidad de las celebraciones, en momentos emocionalmente poco robustos. Así que seguiremos disfrutando de la ilusión de los niños y su mirada, que nos hará olvidar otras cuestiones.
Celebraciones del solsticio de invierno
Los rituales y las celebraciones en torno al solsticio de invierno datan desde la prehistoria. Es un acontecimiento astronómico de gran importancia, que marca el inicio de la temporada del frío y del renacimiento del Sol y que mueve a realizar rituales y celebraciones. Por ejemplo, en el hemisferio Norte tenemos las siguientes:
- Yalda: antigua fiesta tradicional iraní que conmemora el nacimiento del Sol.
- Yule: fiestas de los pueblos nórdicos para celebrar los cambios que ocurren en la naturaleza tras el solsticio de invierno.
- Sol Invictus: culto religioso de finales del Imperio Romano, que se celebraba entre el 22 y 25 de diciembre, con motivo del nuevo nacimiento del Sol.
- Navidad: una de las celebraciones más extendidas y arraigadas en Occidente. Conmemora el nacimiento de Jesús pero, como se sabe, la fecha se hizo coincidir con la celebración pagana de las fiestas dedicadas a Saturno en la Antigua Roma.
- Existen tres fechas en la tradición cristiana en las que se dan regalos a los niños: en los países mediterráneos, como España e Italia, se hace el 6 de enero con los Reyes Magos y con la bruja Befana. En España se limpian los zapatos y se dejan junto a un sillón o al lado de la chimenea para que los Reyes dejen allí sus regalos; en Bélgica, Holanda y Francia lo celebran el 6 de diciembre, día de san Nicolás. En el resto de los países occidentales son Santa Claus o Papá Noel quienes los reparten el 24 de diciembre. En el País Vasco, es el Olentzero, un carbonero mitológico quién reparte los regalos a los niños, y en Catalunya se hace a través del Tió (tizón), un tronco de árbol tapado por una manta que, cuando se le pega con un palo, «caga» los regalos.
Del espumillón a las ponsetias. ¿Sostenible?
Dejaremos para otra ocasión las celebraciones en el hemisferio Sur, como el Inti Raymi o el We tripantu, todas interesantes, así como los símbolos (las luces, el árbol y los adornos, el pesebre, las tarjetas de felicitación -hoy digitales-, los villancicos y la corona navideña). Sin olvidar las flores, siempre presentes para decorar. En los últimos años se ha desatado una fiebre de ponsetias, espumillón y otros complementos made in China.
La ponsetia o flor de Nochebuena es esa popular planta con hojas de color rojo carmín, que originalmente era usada en rituales mexicanos como símbolo de la pureza y la vida nueva de los guerreros muertos. En el siglo XIX, Joel Robert Poinsett, diplomático estadounidense destacado en México, la descubrió y exportó a EEUU, donde se popularizó y extendió al resto del mundo como planta ornamental navideña.
Existen más tradiciones, pero ninguna como el intercambio de regalos. En Navidad es una forma de manifestar nuestro cariño hacia nuestros seres queridos. Pero la tradición se remonta, al menos, hasta la Antigua Roma, donde, durante las fiestas Saturnales, se ofrecían obsequios a los niños al final de las celebraciones. La ceremonia del regalo, de todas formas, está llena de complejidades que nos llevan hasta las celebraciones del final del Ramadán e, incluso, hasta la práctica del potlach, vigente hasta el siglo pasado. «La destrucción por la construcción» es, como decía el filósofo Agustín García-Calvo, uno de los grandes temas que tenemos planteados hoy en día. Y bien, ante ello, ¿podemos pensar en Navidades verdaderamente «sostenibles»?
De Glasgow a las luces en casa
Los lectores conocéis bien nuestro gran escepticismo y decepción ante la dificultad de cambiar las cosas en una kermés como la del encuentro en Glasgow del noviembre pasado. Bastantes países para evitar un desastre climático en una convención convencional y sin nada a proponer: desde la comida convencional con todo el beef que se quisiera, hasta la manera en que se desplazaron y comportaron los personajes asistentes. Se dieron todas las artimañas conocidas para no cambiar nada y demostrar, de nuevo, que eso no se puede dejar en manos de los políticos, aunque controlen los resortes del poder y la fuerza bruta.
Hoy ya deberíamos saber todos que lo de querer cambiar el mundo sin cambiar nada en uno mismo se convierte en una triste broma, cuya solución está en manos de cada persona.
Los consejos clásicos
Ahora bien, y volviendo a casa, ¿es posible disfrutar de la época navideña de forma sostenible y evitando el despilfarro, las comidas infinitas y el gasto energético? Veamos diez consejos clásicos para celebrar la navidad a la vez que cuidamos el entorno y creamos un mundo mejor.
♦ Ahorrar energía. Podemos reducir el consumo. No hace falta que los hogares se conviertan en un circo de luces; esto no es Las Vegas ni tiene por qué serlo para demostrar el espíritu navideño. Con esto solo contribuirás a la contaminación lumínica y a incrementar la factura de la luz. Como se sabe, las luces LED gastan un 90% menos de energía que las tradicionales. También se pueden limitar las horas de encendido de las luces navideñas a momentos especiales (y no todo el día o toda la noche).
♦ Decoración sostenible. Crea tu propia decoración navideña hecha a mano y dale un respiro al plástico. ¿Sabías que para compensar la cantidad de CO2 generada por un árbol de navidad sintético tendrías que alargar su vida útil más allá de 12 años? Si ya tienes un árbol de plástico transfórmalo y en caso negativo, échale imaginación para adornar tu casa de forma sostenible fabricando de manera sencilla tus adornos navideños. Reutiliza y recicla objetos que tienes al alcance de la mano como velas, ramas secas, piñas, plantas…
♦ Cocina responsable. Opta por menús de navidad que no solo sean buenos para el bolsillo, sino buenos para cuidar del planeta… ¡y para tu salud! Algunos ingredientes típicos de los menús navideños viajan miles de kilómetros antes de llegar al plato. Podemos incluir en las comidas y cenas navideñas más productos locales, frescos y de temporada. Evitaremos los productos procesados y sobreenvasados todo lo posible. ¡Vuelven los alimentos a granel!
♦ Más verduras y menos carne y pescado. El consumo de carne conlleva grandes emisiones de gases de efecto invernadero, y es una de las causas principales de contaminación de suelos, ríos y acuíferos. Hoy se sabe, aunque no se diga mucho, que es una de las industrias más contaminantes del mundo, similar a la del petróleo.
Tampoco somos conscientes del estado en que se encuentran las pesquerías: la sobrepesca, la pesca ilegal o sin control y las prácticas destructivas están agotando los caladeros y amenazando nuestros océanos. Ante esta situación, lo más sostenible es plantear la eliminación de su consumo (o, al menos, una reducción drástica).
Hay muchas personas vegetarianas y veganas que encuentran difícil esquivar el consumo de carne y pescado en estas fechas. La mayoría de recetas tradicionales de las comidas navideñas incluyen pescado, carne o el popular marisco. Sin embargo, preparar un menú vegetariano de chuparse los dedos y con el aire navideño de «esta comida es especial» no es tan complicado. En la revista se muestran ejemplos desde hace muchas navidades…
♦ Menos es más. Un 40% de los alimentos producidos acaba siendo desechado en estas fechas. La solución es simple: calcula muy bien la comida necesaria y guarda, congela o reparte el resto. En casa es de lo más normal que la gente aparezca en la cena de navidad con un táper para llevarse los restos. Así no se tira nada… ¡y no agobiamos al sistema digestivo de los comensales!
♦ Comprar por comprar. Difícilmente el consumismo te hará mas feliz, solo más pobre. Se trata de uno de los consejos más repetidos entorno al consumo responsable, pero creemos que merece la pena recordarlo. La publicidad estos días es más insistente que nunca y se suele terminar comprando cosas que nunca usamos. Para combatirla, nada más fácil que buscar diez situaciones distintas en las que nosotros (o el destinatario del regalo) vayamos a usar ese regalo. Si no las encontráis, seguramente no merece la pena comprarlo. Así que nada de comprar cachivaches inútiles.
♦ De proximidad. Si vas a comprar, hazlo en comercios locales o de proximidad. A todos nos gusta darnos algún capricho durante esta época y por eso conviene tanto comprar con sentido. Es clave en el consumo sostenible: si vas a comprar hazlo de forma responsable, escogiendo el tipo de establecimiento. Si además estos negocios se dedican al comercio justo o son de kilómetro cero, mejor que mejor.
♦ Leer las etiquetas. ¿Dónde ha sido fabricado? ¿No sería mejor, y mucho más valioso, que el regalo lo hiciéramos nosotros mismos? Si por el motivo que fuera no puede ser así, una vez te hayas decidido por un producto, vale la pena averiguar cómo y dónde ha sido fabricado o si su proceso de producción es realmente perjudicial para el medio ambiente u otras personas. Por ejemplo, si se compra un teléfono móvil será mejor no amargarse –pero tenerlo en cuenta– acerca de cómo se ha obtenido el mineral coltan necesario para producirlo. Regalar con conciencia no es fácil, si queremos saber qué es lo que regalamos, cómo se produce y cómo repercute en el medio ambiente. Por eso conviene prestarle la atención que merece.
♦ Regalar experiencias o sensaciones. Una opción a la hora de elegir un regalo puede ser optar por sensaciones, actividades o servicios (viajes, entradas a espectáculos, cenas, sesiones de spa…) que puedan disfrutarse en compañía y que liberen a nuestras casas de objetos materiales.
♦ Reciclar durante y después de las fiestas. Estas navidades intenta generar pocos residuos y sobre todo evita los platos, vasos y cubiertos desechables. Incluso, para envolver los regalos, puedes reutilizar papel de periódico y revistas dándole un toque original.
Una vez que acaben las fiestas toca limpiar, recoger, guardar… y ¡reciclar! El 18% del total de los envases de vidrio se reciclan durante estas fechas, pero la cantidad total de materia desechada es todavía muy alta. Separa todos los residuos que generes y deposítalos en el contenedor correspondiente. Y guarda aquellos materiales u objetos que puedan ser reutilizados más adelante. Si se estropean las luces o aparatos eléctricos y electrónicos prueba a repararlos. Si no, deposítalos en un punto verde.
Más vitalidad en invierno
Que haga frío en invierno asegura buenas cosechas, alimentos sabrosos, bosques en equilibrio… y nos prepara para apreciar las bondades del calor. Es un marco ideal para cultivar el orden dentro de uno mismo y la claridad interior.
No hay sombra sin luz ni día sin noche. Del mismo modo que lo último que descubriría un pez en el fondo del mar es el agua, durante los meses fríos es reconfortante saber que precisamente ese periodo de clima más severo ayuda a que tomemos conciencia de los meses más placenteros, los del llamado buen tiempo.
Los ciclos se suceden en nuestra vida; los solsticios y equinoccios marcan el paso de las estaciones y saber adaptarse al frío en invierno, sacar lo mejor de los meses de oscuridad, nos puede aportar un beneficioso sentido de equilibrio en nuestras vidas.
El buen frío necesario
La vida en las ciudades, al contrario de lo que sucede en el medio rural, está cada vez menos relacionada con los ciclos de la naturaleza. El aire acondicionado y la calefacción nos mantienen en condiciones controladas y este veloz ritmo de vida hace que ignoremos lo que sucede al otro lado del cristal. En cambio, las plantas y los animales son muy sensibles a las señales de la naturaleza, a los cambios de la estación, de temperatura y de luz. ¿Qué sentido tiene ir con camiseta de tirantes, en pleno mes de enero, en casa? ¿De verdad creéis que es lógico, sensato y saludable? ¿No es mejor que la temperatura sea un poco más baja y llevar un jersey?
Algunos árboles se desprenden de las hojas que les han servido para alimentarse durante meses y se preparan para concentrar su fuerza en las raíces; los animales mudan el pelaje y algunos prefieren hibernar, entrar en un estado de letargo hasta que pasen los rigores del frío. Merece la pena pararse a pensar y sentir los cambios que nos rodean para extraer de ellos lo mejor, tanto por dentro como por fuera; es una expresión del hecho de estar vivos.
El frío, aunque a menudo sea criticado, es de suma utilidad (en ocasiones llega a ser vital) para la agricultura, para lo que nos nutre. El frío intenso del invierno en algunos casos elimina muchos insectos y factores patógenos para los cultivos.
El frío es un aliado del campo y hace aún menos necesario el empleo de tratamientos químicos. De hecho, muchas especies vegetales tienen asimilada esa necesidad de frío y oscuridad a través de un fenómeno llamado vernalización, que es la función biológica que asegura que las plantas no interrumpan su letargo invernal y comiencen a florecer antes de que el invierno acabe. Para ello, la planta está programada para no florecer hasta que haya pasado un número suficiente de horas a una temperatura y luminosidad determinadas.
Por dentro y por fuera
Aunque a veces pensemos que no tenemos mucho que ver con plantas o animales, estamos todos construidos del mismo material, compartimos estructuras básicas. Tomar conciencia de ello y atender a los cambios del entorno permite adaptarnos mejor y lograr una mayor salud y bienestar, físico y psíquico. El paisaje cambia, y nuestros hábitos cambian: nutrición, actividad física, forma de socializamos, etc.
En su clásico libro sobre autosuficiencia, La vida en el campo, John Seymour comienza así el apartado dedicado al invierno: «el invierno es la época de construir y reparar». Él se refiere a las más prosaicas labores de la granja, arreglar el invernadero o preparar el compost y los semilleros, pero su afirmación no puede ser más atinada también para la vida interior.
Los meses en los que la cantidad de horas de sol disminuyen son una invitación al recogimiento, el cuidado y la reflexión, a nutrir el interior. Hoy los excesos con las pantallas desbaratan algunas costumbres –como la lectura de un buen libro–, pero la salida al encuentro del aire fresco ayuda a reforzar el organismo… a condición de que le demos luego una buena oportunidad de entrar en calor.
El lugar de todos los mundos
Existen varias propuestas sencillas para sacar lo mejor del invierno. En lo que respecta a lo lúdico y familiar, este es un gran momento para juntar a familia y amigos y retomar los juegos de mesa, la conversación, una manera tradicional, clásica, divertida y más barata de socializarse y estrechar los lazos. Antes de las redes sociales, del wifi ubicuo y de las máquinas contestando al teléfono la gente hablaba entre sí por el placer de hacerlo, perpetuando un rito atávico; se contaban las historias pequeñas e importantes.
Es el gran momento para hablar con la gente que importa y preocuparnos por ellos. Un excelente proyecto para las tardes de invierno puede consistir en narrar una historia que interprete en primera persona los aspectos positivos de la vida vivida hasta el momento; poder hilvanar una colección de recortes, fotos e historias personales que creen nuestro álbum del buen recuerdo con el objetivo de llenar el invierno con el calor de nuestra vida. Una manera de fomentar la percepción de quiénes somos y tomar conciencia de nuestro lugar en el mundo.
En el próximo número: «Gana vitalidad: tu plan de salud en invierno»