En el número 500 de la revista es casi obligatorio recurrir al mito fundacional de esta publicación. Cuando iniciábamos el camino de divulgar la medicina natural, nos movía no solo la necesidad de buscar la salud, sino el cómo mantenerla. Esta es la labor principal de Higea, que significa salud. Panacea significa la que todo lo cura, y también residía en el origen.
Ambas proporcionan responsabilidad y autonomía, cuidado y sabiduría y ambas están en el inicio del juramento hipocrático: «Juro por Apolo el médico, y por Ascleipos, por Higea y Panacea, y por todos los dioses que, de acuerdo con mi habilidad y juicio, cumpliré este juramento y esta estipulación…». Ahora, en tiempos de pandemia, vale la pena visitarlas como homenaje a los pioneros de esta publicación y como referencia para los lectores de hoy en día.
Texto: Carme García Gomila (Médica y psicoanalista).
¿Quiénes son Higea y Panacea? Desde la Antigüedad unos sostenían que son diosas y otros lo discutían, pero lo curioso es que resulte tan difícil encontrar algo de su historia, estatuas o templos. Es este silencio lo que nos habla de ellas y de cómo nos relacionamos con el cuidado y la sanación. Eso sí, están incorporadas a nuestro lenguaje en las palabras higiene y panacea. Higea significa salud y Panacea lo que todo lo cura.
Hermanas discretas, laboriosas y silenciadas
En todo linaje hay una misión que cumplir, un trauma que reparar, un camino a seguir. Apolo, dios griego de la medicina, era vengativo y cruel en sus castigos. Tanto es así, que cuando descubrió la infidelidad de su amante Corónide, que estaba preñada de él, le pidió a su hermana Artemisa que la matara. Hay varias versiones, pero, en cualquier caso, estando su amante en la pira funeraria, Apolo se arrepintió del crimen y pese a que no podía devolver la vida a Corónide mandó a Hermes que sacara al niño todavía vivo del vientre de su madre. Al niño le llamó Asclepio, que significa «incesantemente benévolo» y lo llevó a la cueva del centauro Quirón, donde aprendió las artes de la medicina y de la cirugía.
Existen, como en todos los mitos, versiones distintas, pero en el caso de Asclepio, que algunos ni lo consideran un dios, todos los pueblos griegos lo reclaman para sí. Y es que probablemente el mito de Asclepio (Esculapio para los romanos) se refiere a la supresión en nombre de Apolo, de un culto médico prehelénico dirigido por las sacerdotisas de la Luna. Este culto entroncaría todas las corrientes primitivas de sanación de las culturas prehistóricas como, por ejemplo, los celtas y su culto al muérdago. Así la corriente femenina de la sanación quedaba arrancada de la tradición. O no.
Higea y Panacea eran las dos hijas de Asclepio y Lampecia, y poco más se sabe de ellas, incluso cuesta encontrar el nombre de su madre. Este linaje parte de la violencia de un asesinato, del arrepentimiento de Apolo que hace que Asclepio sea salvado y se le conceda el saber de la medicina gracias, como decimos, a las enseñanzas del centauro Quirón, cuya parte masculina había sufrido también grandes pérdidas.
Según parece, las hijas de Asclepio siguen la reparación emprendida por el mismo, interrumpiendo como Quirón el linaje masculino de las intrigas amorosas posesivas, de las luchas violentas, de la venganza y la destrucción. Puede incluso que Higea y Panacea recuperen los cultos lunares prohibidos por Apolo y sean las silenciosas sacerdotisas que realizan su trabajo benefactor de la humanidad sin aparecer en luchas ni amoríos. Como si este silencio fuera la protección para los humanos de que alguien cuidará de ellos. Una función materna y de sabiduría a la vez, silenciada pero protegida.
Este silencio es lo más representativo de este mito. En algunos libros de mitología ni siquiera aparecen sus nombres en los índices. Pero sabemos que Higea era la diosa de los cuidados, de la prevención, de la buena dieta, del buen reposo, de la interpretación de los sueños, de la limpieza del cuerpo y del entorno. Panacea es la que busca hierbas, piedras y sustancias de origen animal con propiedades curativas en los alrededores de los templos; es quien invocan todos los enfermos graves pidiendo por su curación, que es el significado de su nombre. Personajes femeninos con funciones alejadas del poder, pero empoderadas para el cuidado y la sanación.
Higea y Panacea hoy
Durante siglos, las sociedades prefirieron el dúo Asclepio / Panacea, es decir, el enfoque de la salud entendido como curación quirúrgica (Asclepio) o farmacológica (Panacea) y abandona las funciones de Higea. Así, el ser humano aprende a dominar las enfermedades a través del conocimiento de las plantas o minerales y de la tecnología quirúrgica. Este hecho se traduce en el momento actual en la búsqueda de nuevos fármacos, vacunas o tecnologías que permitan llegar a diagnósticos más precisos.
La otra vertiente de la salud, Higea, ha permanecido postergada porque no enseña fórmulas nuevas ni curas milagrosas; bien al contrario, Higea enseña el camino de la moderación y la razonabilidad. Pero no nos engañemos: las condiciones que plantea Higea, entre ellos la introducción de cambios en el estilo de vida, no son nada sencillas y en numerosas ocasiones no nos gustan.
En tiempos de pandemia, se pide prudencia en nombre de Higea (las normas de higiene) y se reza a Panacea para encontrar algo que todo lo cure. Sin embargo, parece que hay un retroceso hacia las violencias de antaño: el vengativo Apolo se apodera de la sanación y Zeus el caprichoso manda sus rayos. En otras palabras, el gran capital manda y decide sobre la vida y la muerte. Se acentúan las diferencias, se acumulan privilegios por parte de unos pocos como en un Olimpo de mercaderes. Sin embargo, Higea y Panacea siguen en silencio su labor en los quirófanos y las UCIS, en los consultorios de primaria, y en los volantes de las ambulancias, también en cada chamán que sigue arrancando hierbas sanadoras, en cada abuela que recita conjuros y enciende sahumerios y recuerda las piedras que ayudan a morir.
Y en la revista Integral, procuramos concienciar sobre la importancia de la higiene y el cuidado propio y de los cercanos, y de la autonomía que proporciona la medicina natural tal y como empezamos a divulgarla hace más de 40 años. Lejos de las intrigas del Olimpo que tejen los poderosos, lejos de las violencias hacia los pueblos y el planeta, intentando denunciarlas, más silenciados que antes por el ruido atronador de los medios, pero intentando reparar los daños infringidos por Apolo a la humanidad y a la Tierra y siendo eslabón que guarda el saber lunar de la reparación.