Heraldo de los dioses, comunicador, astuto, diplomático, mentiroso y… caballero ladrón.
Cuenta el mito que ya el mismo día de su nacimiento, Hermes escapó de la cuna cuando su madre Maya estaba descansando y corrió a robar con gran astucia un rebaño de vacas a su hermano mayor Apolo. También el mismo día de su nacimiento inventó la lira con el caparazón de una tortuga que cazó y, más adelante, la siringa, que daría como atributo a su hijo el dios Pan. Además inventó el fuego y lo cedió a los otros dioses.
Hermes –Mercurio en la mitología romana– era, junto con Apolo, uno de los hijos favoritos de Zeus, a quien divertía con sus peripecias. Este poder juguetón y travieso complacía a Zeus que, a petición del propio Hermes, lo nombró mensajero de los dioses. El lenguaje se impregnó con su influencia, así en Grecia se llamaba hermeneus a los intérpretes que cruzaban las fronteras con extraños y de Hermes deriva el término hermenéutica que es el arte de interpretar los significados ocultos. Hermes significa «el del montón de piedras» por las piedras apiladas, hermas que, a los lados de los caminos servían de indicadores a los viajeros y de lindes de las propiedades.
Un dios ambivalente y lleno de curiosos matices
En su papel de mensajero de los dioses, la capacidad de desplazarse y viajar era una de sus bazas, así como el don de lenguas. En sus pies calzaba unas sandalias aladas, se apoyaba en su bastón de heraldo y en su cabeza lucía un sombrero de ala ancha, que le permitía viajar a la velocidad del pensamiento. Su gran habilidad en el uso de la palabra, la elocuencia, y sus dotes de orador público, le facilitaba su labor de heraldo en pos del objetivo deseado. Era capaz de entender todas las lenguas, incluso las de los animales. Era el dios del comercio, de los robos, de los caminos, de los mensajeros, de los sueños y de las puertas.
Como buen diplomático, podía ser prudente y circunspecto, pero era astuto en las palabras y en las acciones y no dudaba de recurrir al fraude, a la mentira o al perjurio. Desde la cuna sufría una clara inclinación al robo, robos que realizaba con elegancia e ingenio, lo que lo convirtió en patrón de los ladrones. Tenía el poder de dormir con su vara a dioses y a humanos y a visitar sus sueños. Era, además de Perséfone y Hades, quien podía entrar y salir del inframundo como psicopompo o guía de los difuntos que ayudaba a las almas a encontrar su camino hacia el más allá.
¿Qué nos dice el mito de este dios comunicador?
Todas estas funciones y estos patronazgos, en apariencia tan diferentes, tienen en común permitir cambios e intercambios de todo tipo: intercambio de palabras como mediador, de noticias como mensajero, de bienes como comerciante o de dueños como ladrón. Los caminos permiten cambiar de lugar, el sueño es el tránsito entre la vigilia y reposo y, al final de nuestra vida, el traspaso al inframundo, el paso de la vida a la muerte.
Por tanto, visto desde el punto de vista de nuestra psique, Hermes nos permite relacionarnos con los demás y conectar con nuestros aspectos inconscientes, tanto a través de sentimientos profundos, como a través de los sueños. Nos permite el viaje a través de nuestros pensamientos y emociones con el fin de llevar a buen puerto las negociaciones de la vida diaria entre nuestros deseos y la realidad.
Pero por su ambivalencia, sus lados oscuros nos llevan al autoengaño y a la ceguera. Su arquetipo nubla la verdad de nuestro ser al ocultarnos sentimientos o robarnos palabras con que alumbrar nuestro camino interior. Así nos perdemos en relaciones o proyectos negando los peligros y nuestro bienestar. Cuando Hermes robó el rebaño de bueyes a Apolo, las hacía andar hacia atrás como treta para no fueran encontrados. Cuando Apolo seguía las huellas del rebaño los animales, cuanto más creía acercarse, más se alejaba. ¿Cuántas veces no nos habrá sucedido que hemos equivocado la dirección de nuestras acciones o de nuestros deseos? Agazapado tras un matorral estaría riéndose Hermes con sus sandalias aladas.
Pero por otro lado, cuando la conexión con nosotros y con los demás es veraz y atiende los aspectos profundos del alma y las necesidades del cuerpo, Hermes brilla con su fuego recién inventado y nos transmite la posibilidad del cambio creador. Facilita las sesiones de terapia, las confidencias de los amigos y los abrazos de los amantes. Las palabras sirven para la comunicación y los sentimientos son hitos que marcan el camino. Nuestro fluir interior y la escucha activa hacia los demás nos permiten avanzar hacia el cambio psíquico y relacional.
Un dios trending topic
Si hoy en día estuviera todavía en funcionamiento el Olimpo, seguro que Hermes estaría bien auspiciado. Bajo su patrocinio se encontrarían las nuevas tecnologías con internet a la cabeza. ¿Qué más hermético que la red con su circulación a la velocidad del pensamiento de verdades y mentiras, de conocimiento y ocultación, de solidaridad y latrocinio? Tengamos pues prudencia con el arquetipo Hermes y gocemos de la bella música de su lira y de su don de la palabra cuando pronuncia verdades. Pero pidamos al sabio Apolo que nos conceda el poder de distinguir lo cierto de lo falso.