Se nos dice que desde hace más de quince años cualquiera puede fabricar glifosatos (Monsanto copa hoy en día más del 85% de las ventas del producto en todo el mundo) y que, sobre todo, «no está suficientemente demostrada» la peligrosidad del glifosato.
Así, las sentencias contrarias a Monsanto son para ellos, como ya aseguran sus voceros, una especie de histeria, un accidente judicial debido a factores emocionales. Es sólo un juez que les ha fallado, nada que ver con el altísimo nivel de su Ciencia. Sólo un fallo momentáneo de la justicia.
Monsanto envenenó medio mundo con PCB (en 1977 dejó de producirlo en EEUU. Un año después, las autoridades lo prohibieron). Monsanto es asimismo la empresa responsable del agente naranja de la guerra del Vietnam. Y de las hormonas de crecimiento bovino, también prohibidas.
Monsanto es también la gran corporación productora de semillas alteradas genéticamente. Lo de producir semillas resistentes al veneno glifosato es, por su parte «una acción responsable ante la evidente necesidad alimentaria de la población». Los glifosatos y las semillas van de la mano, pero no tienen nada que ver con el negocio. No, claro.
Monsanto son también los de la soja y el maíz transgénicos, ideales para los cultivos… si se les añade un chorrito de glifosato. Según Monsanto, el hecho de que lo prohíban aquí y allá, por ejemplo en los Ayuntamientos, es porque ignoran las pruebas que presentan. Ahora ya se sabe que hay «pruebas» que son supuestos estudios, más de una vez y de dos redactados por ellos mismos, y que logran el aval y la firma de algún científico, suculentos honorarios mediante.
En Alemania, el maíz transgénico está prohibido.
Pero todavía hoy Monsanto pretende hacernos creer que la inmensa mayoría de la población estamos equivocados. Que existe una especie de paranoia colectiva mundial ante los bondadosos miembros de una inocente multinacional benefactora de la humanidad, a la que sólo pueden achacársele «algunas prácticas comerciales discutibles».
En medio de un berenjenal de tanta magnitud, las prácticas criminales de Monsanto para propiciar en su momento el lanzamiento de su endulzante aspartamo y apartar la planta estevia de la circulación (puro gangsterismo en acción) fueron un juego de niños. Hoy ya da lo mismo saber a ciencia cierta si el aspartamo es o no nocivo, como afirman los que aseguran que «en realidad se necesitan varios kilos para matar una rata». Lo verdaderamente aterrador es «el mundo según Monsanto». Por eso resulta un tanto triste observar todavía hoy el espectáculo de los cientificistas defendiéndoles con furia, sobre todo en España.
El mundo según Monsanto es un documental francés de 2008, realizado por Marie Monique Robin, y también un libro de investigación traducido a más de 15 idiomas (en español, publicado por Ed. Península).