El equilibrio ácido-básico
Tras los excesos de las fiestas puede ser interesante hacer unos días de dieta e incluso una cura depurativa para el hígado. La medicina natural nos brinda muchas posibilidades.
Textos: Blanca Herp.
Recursos détox
Ante todo podemos repasar algunos recursos disponibles que os hemos recogido de los últimos números de la revista: Sobre la depuración, tenéis los «Días détox» (Integral 436), «Superzumos détox» (447), «Aguas détox» (451), «Yoga détox» (500), e incluso una sopa détox (492) y una infusión détox (317). En Integral 492 encontraréis plantas para la salud del hígado (cardo mariano, alcachofa, rábano negro y el alga chlorella); en el 489, siete buenos amigos para el hígado, entre ellos el diente de león y la lima; y en el 491, el romero, una planta cercana, popular y buena amiga del hígado.
Dieta alcalina para combatir la acidificación del organismo
Desde hace demasiadas décadas, la alimentación occidental industrializada perturba profundamente el equilibrio ácido-básico de nuestro organismo. Veamos cómo combatir esta acidificación.
Equilibrio ácido-básico y revolución industrial
La vida humana necesita un nivel de pH en el suero sanguíneo muy preciso, alrededor de 7,4. Este nivel de pH lo hace posible la alimentación, estando ella misma influida por el pH del medioambiente (tierra y océanos). Ahora bien, la llegada de la agricultura intensiva y de la industrialización han modificado profundamente el pH del suelo y el pH de los océanos.
Además, el desarrollo de la industria agroalimentaria ha acentuado los desequilibrios con un aumento de materias grasas saturadas, de azúcares simples, de conservantes y otros aditivos. La alimentación occidental contemporánea trastorna los aportes de minerales y genera un desequilibrio entre potasio y sodio (a favor del sodio) y entre cloruro y bicarbonato (a favor del cloruro). Estos desequilibrios pueden provocar una acidosis metabólica, perjudicial especialmente para el esqueleto. Es decir, que los excesos de sodio y cloruros generan acidez mientras que la abundancia de potasio, bicarbonato y de magnesio provocan alcalinidad.
Los efectos del desequilibrio ácido-básico en el organismo
Cuando la alimentación es demasiado ácida, el organismo va a tener que restablecer el equilibrio ácido-básico extrayendo de sus propios recursos potasio y calcio, minerales que la alcalinizan. Sin embargo, esta utilización de recursos del organismo para combatir los efectos indeseables de una alimentación desequilibrada podría provocar una desmineralización. De hecho, muchos estudios sugieren que una alimentación demasiado ácida sería nefasta para la salud de los huesos.
Si además es excesivamente rica en proteínas animales no compensadas por alimentos alcalinos puede provocar calciuria, es decir la presencia de calcio en la orina (algo que las personas que padecen cálculos renales quieren evitar a toda costa, por ejemplo). Los investigadores también han podido demostrar que una alimentación más alcalina está asociada a mejores índices de masa muscular en mujeres sanas.
La dieta alcalina: una solución natural
Cuando el alimento es metabolizado por el organismo, la mayoría de las proteínas producen ácidos, mientras que la mayoría de las frutas y las verduras producen álcalis. Por tanto, conviene restablecer el equilibrio ácido-básico del organismo adoptando ante todo una alimentación sana y rica en frutas y verduras (la dieta alcalina o ácido-básica) sin tener en cuenta la acidez en boca de los alimentos. En efecto, de manera totalmente contraintuitiva, resulta que los alimentos azucarados son en realidad acidificantes para el organismo, mientras que muchos alimentos de sabor ácido son por el contrario alcalinizantes. Por ejemplo, el azúcar refinado es uno de los principales responsables del desequilibrio ácido-básico, mientras que el limón es uno de los alimentos más alcalinizantes.
El índice PRAL
PRAL es un acrónimo, del inglés, que significa Potential Renal Acid Load (Carga ácida renal potencial). Este índice es una herramienta muy práctica que mide la carga ácida renal potencial de un alimento. Cuanto más elevado es este índice (superior a 0), más ácido es el alimento para el organismo. Cuanto más bajo es este índice (inferior a 0), más alcalino es.
Por ejemplo, la carne de vaca presenta un PRAL de +13,2 (efecto ácido), mientras que el rábano presenta un PRAL de -3,7 (efecto básico). Gracias a este índice, los científicos han podido clasificar los alimentos según su potencial ácido en el organismo.
La formación de ácidos en el cuerpo
Existen muchos procesos bioquímicos corporales que producen ácidos como resultado final. En otras palabras, para producir la energía que necesita el cuerpo, el sistema de quemar los alimentos origina ácidos que han de ser eliminados por los sistemas de depuración.
Por eso una dieta con pocos vegetales y abundancia de carne, pescado, leche, huevos, queso, pastas y harinas refinadas, azúcar industrial, etc., provoca una acidosis anormal, es decir, una excesiva acidificación y un desajuste del ecosistema interno.
El entorno y la sociedad artificial son acidificantes
La sociedad en que vivimos es asimismo un factor de producción de ácidos. Se ha comprobado que el estrés, la angustia, las prisas, etc., originan acidosis corporal. Las enfermedades crónicas y degenerativas, cuando son importantes, acaban produciendo acidosis en el enfermo. Los trabajos que exigen una gran concentración intelectual, son también acidificantes. Y los ejercicios prolongados producen también acidosis (en especial el ácido láctico), puesto que durante el ejercicio se queman nutrientes para absorber su energía.
Los locales artificiales, las viviendas urbanas, los coches o el aire que respiramos en las ciudades suelen tener una carga positiva mucho más elevada de lo usual. En cambio, los ambientes montañosos, costeros, lejos del medio ambiente industrializado, están más cargados de iones negativos y por ello son alcalinizantes.
La respiración
Los pulmones y los riñones son dos sistemas de eliminación de ácidos en el cuerpo. La respiración rápida y profunda tiende a disminuir el nivel de ácidos corporales, mientras que una respiración superficial y lenta tenderá a permitir su acumulación. Cuando elimina una orina más ácida o más alcalina el riñón puede regular asimismo este medio interno dentro de la estrecha franja de pH indispensable para la salud.
La dieta y la regulación acidez-alcalinidad
Como hemos visto brevemente, algunos alimentos son grandes productores de ácidos, mientras otros no lo son tanto, de lo que se puede deducir que los cambios en la dieta influyen en este equilibrio corporal.
Insistiremos que entre los alimentos más acidificantes encontraremos la carne (más la roja que la blanca), el pescado (más el azul que el blanco), los huevos, las legumbres y los cereales. Un alimento formador de ácidos por excelencia es el marisco. En cambio, la reacción de los cereales y legumbres es mucho más moderada, de forma que en el trigo integral en grano, el centeno, el sorgo, las alubias y las lentejas son muy cercanos a la neutralidad ácido-básica (o alcalina; es lo mismo). Los alimentos más alcalinizantes se sitúan en el reino vegetal, y, por orden de importancia, podemos citar: los higos secos, las frutas secas en general (orejones, albaricoques, pasas, ciruelas, etc.), los germinados, la calabaza, el aguacate, el diente de león (en crudo, por ejemplo en las ensaladas), la espinaca, la remolacha, etc. Las verduras y hortalizas, en especial si se comen crudas, son elementos alcalinizantes por excelencia. Las frutas ácidas o maduras (muy especialmente estas últimas), tienen una reacción alcalina moderada.
El estado de ánimo
Recordemos que «no nutre lo que se come, sino lo que se digiere» y, por ello, una alimentación alcalinizante ingerida con preocupaciones en la cabeza, rápidamente y sin ensalivar lo necesario, disminuye sus posibles efectos beneficiosos al producirse un estado de ánimo acidificante.
La frescura del alimento también está en relación a su contenido de ácidos. Las reacciones de putrefacción y fermentación suelen cursar con acidosis en los trastornos metabólicos del cuerpo humano. La excesiva conservación de los alimentos ocasiona un exceso de ácidos en relación a lo que implicarían si se ingirieran en estado fresco y natural.
¿Cuáles son los alimentos más ácidos y los más alcalinos?
Alimentos más ácidos:
- El alcohol, las sodas y bebidas con gas y el azúcar refinado (pH de 3);
- Los lácteos, el café, la carne roja, los pasteles y los alimentos procesados en general (pH de 4).
Entre el pH 5 y el pH 8 se encuentran numerosos alimentos no procesados:
- Arroz, remolacha, pan, patatas y zumos de frutas (pH de 5);
- Coco, leche, huevos, leguminosas (pH de 6);
- Agua del grifo y aceites vegetales (pH de 7);
- Maíz, plátanos, manzanas y pimientos (pH de 8).
Los alimentos más alcalinos:
- La lechuga, el aguacate, el kiwi, el apio, la berenjena, la papaya y el jengibre (pH de 9).
- La espirulina, el brócoli, las zanahorias, el limón, la alcachofa, el rábano, los espárragos y las pasas (pH de 10 aproximadamente).
Todas las cifras de pH son aproximadas.
Una alimentación equilibrada no consiste solo en eliminar ciertos alimentos considerados demasiado ácidos, aparte de los que son reconocidos como nefastos para la salud (alcohol, pastelería industrial, alimentos procesados, platos preparados, etc.). Por el contrario, se trata de mantener el equilibrio ácido-básico.
Como vemos, el agua del grifo se sitúa generalmente en el tramo más neutro en cuanto a pH, en función de las regiones. En algunas el agua es ligeramente más ácida y en otras, ésta es ligeramente más básica (a veces hasta un pH de 8,4).
Para saber más
Gerry K. Schwalfenberg, The Alkaline Diet: Is There Evidence That an Alkaline pH Diet Benefits Health , Hindawi Publishing Corporation, Journal of Environmental and Public Health, Volume 2012.
J. Dam-ampai SO and C. Nilnond, Effect of cattle manure and dolomite on soil properties and plant growth in acid upland soils, Songklanakarin Journal of Science and Technologh, vol. 27, supplement 3, 2005.
A. Sebastian, L. A. Frassetto, D. E. Sellmeyer, R. L. Merriam, and R. C. Morris Jr., Estimation of the net acid load of the diet of ancestral preagricultural Homo sapiens and their hominid ancestors, American Journal of Clinical Nutrition, vol. 76, no. 6, 2002.