¿Qué le ocurre a nuestro cuerpo cuando utilizamos el teléfono móvil, el inalámbrico o nos conectamos a la red wifi o por bluetooth? ¿Qué pasa si vivimos cerca de una antena de repetición? En 2015 hicimos una primera aproximación sobre este tema… hasta hoy, en que se ha llegado a relacionar el despliegue actual del 5G y su puesta en marcha –que se está llevando a cabo en medio de un enorme secretismo– con las condiciones que favorecen la activación del virus covid-19.
Textos: Blanca Herp y Jaume Rosselló.
¿TIENE QUE VER?
Emmanuel Duquoc describe el testimonio de una mujer de unos 60 años de edad. «Tenía la costumbre de ver la televisión cada noche con el teléfono móvil encendido sobre la rodilla derecha. Así lo hice durante meses. Poco después me descubrieron un cáncer justo en la rodilla. Me he curado, pero no puedo dejar de preguntármelo… ¿tiene relación?»
¿Se trataba de un caso aislado? Duquoc decidió adquirir un TES 92, un aparato para medir hiperfrecuencias de forma semiprofesional. El primer lugar del experimento fue un instituto de formación profesional. Pronto detectó la presencia de campos electromagnéticos más altos que otros en un radio de cinco metros desde la terminal de transmisión telefónica inalámbrica. Varios profesores y trabajadores quisieron conocer sus niveles de exposición y eran de lo más variado: mientras hablaban por el móvil, algunos estaban expuestos a frecuencias que no superaban los 300 milivoltios. Otros se veían afectados por radiaciones de 15, 20, o incluso más de 30 voltios por metro, según el modelo de móvil.
La mayoría decía no sentir nada, pero algunos sí admitieron que sentían molestias. Por ejemplo, una persona sufría migrañas y fatiga anormal desde que habían instalado una antena de repetición de teléfono inalámbrico a dos metros de su despacho. Estaba sometida continuamente a unos campos comprendidos entre los 400 y los 800 milivoltios.
Poca cosa, según las normas y recomendaciones oficiales, pero el administrador del instituto accedió a desactivar la terminal y las migrañas y la fatiga desaparecieron de inmediato. Alertado por esta experiencia, un profesor de electrotécnica se dio cuenta de que él también sufría migrañas y mucha fatiga los días que daba clase en una sala en la que su cabeza se encontraba a menos de dos metros de la terminal del teléfono inalámbrico.