¿Puede la meditación llegar a transformar la estructura de nuestro cerebro?
“Todos existimos como un flujo de energía eterna y hemos fragmentado nuestra infinita percepción para que experimentemos lo que llamamos vida”.
Vipasana y neurociencias
De acuerdo a mi experiencia como meditadora antigua de Vipassana, la meditación es el estado natural del ser, es entrar en el flujo infinito de conciencia al que pertenecemos, y ser conscientes de la realidad siempre cambiante, tal y como es en cada momento, sin modificarla, solo observándola. Normalmente somos conscientes de una realidad parcial que además siempre queremos cambiar, porque entramos en la estratagema, el ‘me gusta / no me gusta’; es decir, no observamos la realidad tal y como es, sino como quisiéramos que fuera.
Es extraordinario como los neurocientíficos a través de sus investigaciones científicas, han llegado a las mismas conclusiones que llegó el Buda hace 2.500 años y han demostrado como la practica de la meditación puede llegar a transformar la estructura de nuestro cerebro. El mundo occidental, con una tendencia más materialista y el antiguo mundo oriental, con una tendencia más espiritual se unen.
Lo que os voy a relatar es fiel copia del relato de algunos neurocientistas.
Un cerebro mayor
Nuestro cerebro controla todos los aspectos de nuestra vida, y en la medida en que los humanos hemos evolucionado en el planeta, el tamaño del cerebro se ha duplicado. A pesar de que pesa sólo 1,36 kg, consume el 20% de toda la energía que entra a nuestro organismo. (Por esto es tan importante el consumo de carbohidratos completos, que son los artífices de glucosa de buena calidad).
El cerebro ha sufrido una constante evolución, parece que le fuéramos sumando compartimentos en la medida que vamos avanzando como especie humana, de tal manera que encontramos cómo en su propia estructura se recrean las fases de la evolución biológica desde el primer anfibio hasta el hombre.
En la base del cerebro, por ejemplo, se encuentra la parte más antigua que se llama tallo encefálico, o cerebro reptiliano, es análogo a un reptil, de hecho es la parte que tenemos en común con reptiles y otros mamíferos, es la parte del cerebro que nos mantiene vivos, pues rige funciones vitales, como el ritmo cardiaco, la digestión y la presión arterial, respiración, cosas que suceden sin que tengamos que activarlas a voluntad o tengamos que decidir cuando se ponen en marcha.
De la supervivencia al conocimiento
Más arriba del tallo encefálico apareció cientos de miles de años después, más desarrollado otra parte del cerebro que se denomina el sistema límbico, que está vinculado de forma inherente a las emociones, pues es el responsable de cómo se procesan. Dentro del sistema límbico se encuentra la “amígdala del cerebro” (la amígdala del cerebro es la responsable de que no borremos los traumas de la infancia o del pasado), masas de tejido en forma de almendra que se encuentran una a cada lado del cerebro, no llegan a medir medio centímetro, pero es el centro del cerebro que procesa, almacena y registra nuestras reacciones emocionales. Una de las emociones más primitivas y fuertes es el miedo, es quizá la emoción más básica conectada con la aversión a perder la vida.
Arriba de la amígdala está la corteza, una capa arrugada y externa del cerebro que se divide en 4 lóbulos, si se desplegara la corteza cerebral de un mono seria del tamaño de una hoja de papel, pero si se desplegara nuestra corteza cerebral equivaldría a 4 hojas de papel de largo, por lo que nuestra corteza, arrugada, se encuentra así dentro del cráneo. Arriba de nuestros ojos se encuentran los lóbulos frontales las áreas más recientes de nuestro cerebro.
Entre las funciones de la corteza cerebral se encuentra la de verificar la realidad, nos filtra y ordena el mundo exterior, todos nuestros planes, pensamientos, ideas y proyectos se originan en este área.
Neuronas y sinapsis
El cerebro está formado por neuronas, diminutas células bañadas por la sangre (y la sangre es constituida por la síntesis de lo que comemos). Estas neuronas tienen ramificaciones muy pequeñas que salen de ellas y se conectan con otras neuronas, funcionan formando redes, las largas y espinosas redes crean un bosque neuronal de una complejidad asombrosa, las neuronas utilizan estas redes de comunicación para comunicarse unas con otras con señales químicas y eléctricas.
Aunque a la vista de un microscopio pareciera que las neuronas se tocan, realmente no se tocan unas con otras, pues un pequeño espacio llamado la sinapsis es donde un mensaje pasa de una neurona a la siguiente. El mensaje viene de pequeños sacos que almacenan moléculas químicas; y, cuando son estimulados, estos sacos liberan sus moléculas, que cruzan la membrana celular y pasan al espacio sináptico.
(La sinapsis neuronal es la zona de transmisión de impulsos nerviosos eléctricos entre dos células nerviosas (neuronas) o entre una neurona y una glándula o célula muscular… Una hendidura sináptica o espacio entre las terminaciones pre sináptica y pos sináptica.)
Un impulso eléctrico permite que esto suceda. Entretanto, la neurona receptora tiene espacios de bienvenida para las moléculas que entran estos sitios receptores se unan a las moléculas; cuando lo hacen se abren puertas especiales.
Las puertas permiten el paso de un flujo de partículas cargadas, iones de sodio y potasio que inician una nueva señal eléctrica en la neurona receptora,
Esta simple cadena de eventos, un impulso eléctrico seguido de cambios químicos, seguidos de otros impulsos eléctricos, es la base de toda la actividad cerebral, así es como las neuronas se comunican unas con otras.
Complejidad y felicidad
Aquí está la clave de la complejidad cerebral. De los cien mil millones de neuronas que hay en el cerebro, cada una, como un actor en una gran producción, procesa su información, luego se codea con otras cincuenta mil neuronas para enviar y recibir mensajes. Cien mil millones de neuronas por cincuenta mil conexiones. Es esta complejidad lo que nos permite pensar imaginativamente en lo abstracto, lo que nos permite desarrollar la imaginación y lo que nos inspira.
«No hemos nacido con esta cantidad de redes neuronales, es a medida que crecemos y experimentamos la vida que las vamos creando.»
Es decir, que nuestro cerebro según decía Richard Davidson, es un órgano construido para modificarse de acuerdo a las experiencias, la meditación estimula la neuroplasticidad del cerebro produciendo, entre otros muchos efectos, felicidad.
Efectos de la meditación sobre el cerebro
Según las investigaciones de la doctora Sara Lazar:
- 1. Hay un aumento del tamaño del hipocampo, el hipocampo es una parte imprescindible del cerebro para el aprendizaje y la memoria además de la regulación de las emociones .
- 2. Un aumento temporoparietal, que es la zona del cerebro donde la perspectiva, la empatía y la compasión se desarrollan.
- 3. Disminución de la amígdala, menos estrés, menos amígdala.
- 4. Aumento en la parte frontal del cerebro (cuando la intención coincide con la acción, o cuando la acción coincide con la intención, o cuando los pensamientos se alinean con la acción, es cuando el lóbulo frontal está en el mejor momento.).
En el córtex frontal izquierdo
En el 2004 un grupo de científicos se reunieron para debatir o cuestionar si la acción de prestar atención u observar era una acción como cualquier otra acción y lo que descubrieron en el escáner donde se testeaba a un monje budista que meditaba desde hacia muchos años todos los días, fue que la actividad frontal era tan grande, que pensaron que era el hombre más feliz del planeta.
Los resultados mostraron niveles por encima de lo conocido de emoción positiva en el córtex frontal izquierdo del cerebro, y justo en el lado derecho del cerebro en el área de la depresión, ésta disminuía como si la meditación fuera un buen antídoto contra la depresión, y también disminuía la actividad de la amígdala relacionada con el miedo y la ira.
Otro estudio demostró que el nivel de atención de estos meditadores es mucho mayor que el del resto de la población, con lo que memoria, ingenio, creatividad, intuición, proyección, y eficacia en sus actos era de altísima vibración, virtuosos capaces de cambiar la química del cerebro desde la meditación.
También se hizo un estudio con meditadores que apenas se iniciaban y llevaban poco tiempo meditando y lo que se descubrió es que los niveles de estrés y ansiedad bajaban y se pudo ver que la actividad de su córtex pre frontal izquierdo aumentaba, es decir estas personas empezaban a disfrutar de una vida mas tranquila y con menor reacción negativa hacia los eventos cotidianos de la vida que no estaban esperando o simplemente nos les gustaba.
Estas investigaciones fueron posibles gracias a avances científicos como la resonancia magnética funcional, las tomografías por emisión de positrones y los electroencefalogramas.
En resumen, después de estas investigaciones se comprobó que la meditación baja la actividad en la mitad derecha del lóbulo del cerebro e incrementa la del lóbulo izquierdo. Por esto la meditación intensifica las sensaciones positivas como la felicidad y la compasión.
Con el cuerpo físico bien afinado
Sin embargo, para entrar con más facilidad en estado de meditación, es muy importante mantener una higiene alimenticia o de estilo de vida, que tiene que ver con no ingerir sustancias que compitan o alteren la propia química del funcionamiento neuronal.
Es decir, que muchas sustancias psicotrópicas o estimulantes, como el alcohol, la cafeína, los azúcares simples, la dopamina de los lácteos, los somníferos, y tranquilizantes, aunque en el momento en que los ingerimos nos proporcionan una aparente felicidad en realidad hacen un viaje inverso. A mayor experiencia amable y excitante, el regreso a la realidad es doblemente más negativo, por esto nos hacemos adictos, y cada vez adormecen más la conciencia y atrofian la conexión neuronal, pudiendo llegar a hacer agujeros en el cerebro.
Las comidas que generan mucho calor en el organismo, que colapsan los intestinos y son difíciles de evacuar, como las carnes rojas, embutidos y demás alimentos cárnicos, alteran el estado de la conciencia llevándonos a experimentar más rabia, ira, tensión, ansiedad, etc.
Aunque el ayuno y el semi ayuno ayudan a tener una meditación más profunda, existen algunas comidas que favorecen la meditación y la absorción. Una muy clara es el arroz integral por tener la misma proporción de sodio potasio de la sangre. Igualmente, entre los cereales el mijo, favorece la concentración. También las verduras dulces naturales, las raíces y todas las verduras que crecen sobre la tierra.
AREPAS DE ARROZ Y MIJO CON CREMA DE TOFU
Ingredientes:
100 gramos de arroz integral cocido
100 gramos de mijo cocido
una pizca de sal
pinta de aceite
Para la crema:
100 gramos de tofu sedoso
2 cucharadas de sésamo negro tostado
½ cucharadas pasta de umeboshi
- Amasar el mijo y el arroz con una pizca de sal,
- Con las manos húmedas hacer bolitas del tamaño de una pelota de ping pong.
- Aplanar entre las palmas de las manos y tornear hasta conseguir la forma redonda y plana de una arepa.
- Colocar sobre una plancha caliente y pincelada de aceite de oliva
- Girar cuando se queden doradas por lado y lado.
- Untar la crema de tofu por encima.
- Para la crema, batir los ingredientes.
CREMA DE CALABAZA Y MIJO
Ingredientes:
100 gramos de mijo cocido
100 gramos de calabaza
1 puerro mediano
una pintada de aceite
una pizca de sal
- Cortar el puerro en rodajas.
- Cortar la calabaza de tamaño similar.
- Calentar una cazuela pequeña, pintarla de aceite.
- Reducir los puerros y la calabaza.
- Cuando estén blandos añadir el mijo cocido.
- Rectificar de agua para conseguir la textura deseada.
- Triturar.
ESTOFADO DE LENTEJAS CON CASTAÑAS
Ingredientes:
250 gramos de lentejas castellanas
50 gramos de castañas pilongas
1 zanahoria
1 puñado de acelgas
1 trozo de alga kombu de 2 centímetros
1 cucharita de mugui miso
un chorrito de aceite
1 litro de agua
- Dejar a remojo las castañas al menos 2 horas.
- Cortar as zanahorias en trozos del tamaño de las castañas.
- Trocear las acelgas en pedazos grandes.
- Llevar a la olla a presión, o a una olla con tapa gruesa, las castañas, la zanahoria y las lentejas.
- Cocer a fuego alto 10 minutos, bajar el fuego y cocer a mínimo durante 30 minutos o hasta que las lentejas estén blandas.
- Añadir las acelgas y cocer 10 minutos más, incorporar un chorrito de aceite y el mugui miso, dejar cociendo a fuego bajo 3 minutos más.
¡Buen provecho!