Bosques sanadores: el poder curativo del Shinrin-Yoku

En el momento de escribir estas líneas son muchos los miles de hectáreas de bosque que están quemando en la Península Ibérica. Incluso los famosísimos bosques –con sequoias milenarias en peligro– del Parque Nacional de Yosemite, en EE.UU., están ardiendo. ¿A alguien le importa, mantener los bosques?

Los actuales estudios científicos sobre el poder del shinrin-yoku, la terapia de los «baños de bosque» originaria del Japón, confirman que el contacto con el verde restaura y potencia la salud corporal y mental.

Textos: Blanca Herp y Laura Torres con informaciones de Héctor García y Francesc Miralles

Naturaleza

En Interstellar, la película de Christopher Nolan (2014), durante el largo viaje a las estrellas buscando nuevos mundos para salvar a la humanidad, vemos que estar encerrado en una astronave puede alterar la psique de una persona. En una escena Romilly, que está sentado y deprimido en un rincón de la nave, le explica al capitán Cooper que no puede aguantar más aquel encierro. Al no tranquilizarlo con unas pocas palabras, le pasa sus auriculares. Es en este momento cuando oímos qué está escuchando «la banda sonora de la tierra», compuesta por cigarras, lluvia, viento, truenos…

Romilly se pone los auriculares con expresión desconfiada, pero cuando oye qué «música» se está reproduciendo, su rostro se relaja y reencuentra su esperanza y confianza en la misión.

Nuestra relación con la naturaleza siempre ha sido así de elemental y, aunque reconocemos que nuestra supervivencia depende de ella, vivimos en ciudades encerrados entre cuatro muros sin reconectar con nuestro verdadero hogar.

Palidez urbana

Que es vital regresar a la naturaleza para cargar las pilas, desconectando de la estresante vida urbana, no es ninguna novedad. En los siglos pasados, los médicos ya recomendaban estancias en el campo para pacientes con estrés, depresión, problemas de respiración, etcétera.

El color dominante de las ciudades, el gris, empalidece nuestro ánimo. Según las evidencias obtenidas en los estudios sobre los beneficios del color verde, incluso en entornos de oficina, poner plantas y colgar cuadros o posters con tonos verdes ayuda a aliviar el estrés.

VIDA EN EL CAMPO

 

Bajo riesgo de enfermedades

mentales.

 

Silencio o sonidos de la

naturaleza.

 

Relación con pocas personas,

pero con conexiones sociales

más profundas.

 

Abundancia de los colores verdes.

 

 

Líneas curvas e irregulares.

 

Niveles bajos de cortisol y de

otros muchos indicadores

del estrés.

VIDA EN LA CIUDAD

 

Mayor riesgo de

enfermedades mentales.

 

Ruido y crispación.

 

 

Conexión con multitudes,

pero vivimos rodeados de

desconocidos.

 

Ausencia del color verde

y supremacía del gris.

 

Aristas y líneas rectas.

 

Cortisol (hormona del estrés)

elevado.

Líneas más redondeadas

Del mismo modo, las líneas rectas de los entornos urbanos, tan opresivas y ordenadas, resultan extenuantes y estresantes para nuestro cerebro.

«Las aristas y las líneas rectas nos parecen amenazadoras porque, inconscientemente, las percibimos como algo ajeno a la naturaleza, que podría lastimarnos o ser peligroso», explican Héctor García y Francesc Miralles en su libro sobre ShinrinYoku.

Antoni Gaudí, el creador del templo de la Sagrada Familia, fue el primer arquitecto moderno en volver a los orígenes: dejó de utilizar las líneas rectas del hombre, y volvió a construir con las líneas curvas de la naturaleza: «de Dios», en sus propias palabras.

Vagabundos de los bosques

En los siglos pasados encontramos a grandes filósofos y naturalistas que ya intentaron despertar nuestra consciencia a la importancia de reconectar con la naturaleza. Desde el filosofó francés Jean-Jacques Rousseau hasta el naturalista escocés John Muir, pasando por Henry David Thoreau, escritor y filósofo estadounidense. Este último consideraba que las enfermedades mentales y corporales de la época moderna tenían su origen en el hábito antinatural de encerrarnos entre cuatro paredes y salir del encierro solo para hacer rápidos recados por la ciudad.

Para «curarse», Thoreau se refugió durante dos años, dos meses y dos días en el bosque junto al lago Walden, para vivir en soledad y trabajar con sus manos. Esta experiencia le regaló todo lo que un ser humano necesita: auténtica libertad y conocimiento de sí mismo. Cuando volvió a la civilización, publicó su diario con el título Walden: de la vida en los bosques, donde habla de los beneficios de estar en medio de la naturaleza y de caminar por la frondosidad del bosque, algo que pueden hacer —los beneficios son patentes ya con una escapada por semana— los que viven en la ciudad.

Fitoncidas: el poder curativo del «veneno» verde natural

En 1928 se produjo un descubrimiento revelador gracias al biólogo ruso Boris P. Tokin (1900–1984). Experimentando en su laboratorio, Tokin identificó las sustancias que liberan las plantas para protegerse. Estas sustancias son las llamadas fitoncidas, que previenen la putrefacción al ser atacadas por bacterias u hongos, o al ser heridas por insectos o animales. Por ejemplo, el ajo, un remedio conocido desde la antigüedad, contiene alicina, un tipo de fitoncida muy poderoso que hoy en día forma parte de muchos remedios, tanto naturales como farmacéuticos.

Las fitoncidas que desprenden los árboles y plantas contrarrestan esos ataques para nuestra salud, ya que este «veneno» en dosis curativas produce el efecto contrario: aumenta nuestras defensas y nuestro bienestar general. En otras palabras: ¿Qué poder tienen los árboles para crear este efecto curativo tan saludable? ¿Cómo lo hacen? Además del papel sanador que ejercen los cinco sentidos en los baños de bosque (el silencio y los sonidos de la naturaleza, el tacto del entorno, los sabores y las imágenes…) ejercen un potente impacto en nuestro bienestar. Este efecto se da más desde la nariz hasta el interior de nuestros pulmones: el sentido del olfato despierta y genera en el organismo un potente efecto que va mucho más allá de los aromas.

Aromaterapia natural

Respirar la aromaterapia natural del bosque (las sustancias químicas de las plantas, conocidas en general como fitoncidas) propicia este enorme impulso al sistema nervioso y despierta el sistema inmunitario en el organismo.

El aire del bosque contiene una mayor concentración de oxígeno, pero sobre todo, está lleno de fitoncidas. Como también los aceites naturales de las plantas, ricos en terpenos (esas moléculas que tanto abundan en el mundo vegetal) e infinidad de sustancias naturales que forman parte del sistema de salud y defensa del árbol. Los árboles segregan fitoncidas para protegerse de las bacterias, de los insectos y de los hongos.

Los fitoncidas también forman parte de la red de comunicación entre los árboles, el modo en que los árboles se hablan entre sí (ver en el número 451 La vida secreta de los árboles). La concentración de fitoncidas en el aire depende de la temperatura y de diversos cambios que se dan a lo largo del año. Cuanto más calor hace, más fitoncidas hay en el aire. Dicha concentración de fitoncidas alcanza su máximo cuando se alcanzan temperaturas de unos treinta grados.

El alfa-pineno, el beta-pineno y el D-limoneno son los fitoncidas que podemos medir en los bosques, tal como han hecho los pioneros japoneses del shinrin-yoku en sus estudios sobre el estado de ánimo. Se sabía que el uso de aceites esenciales en aromaterapia ayuda a combatir la depresión y a superar la ansiedad, así que parecía evidente que los fitoncidas del aire algo tendrían que ver con el auténtico efecto relajante que se observa en las personas practicantes de los baños de bosque.

Pero hasta los trabajos del Dr. Qing Li, todavía no se habían realizado estudios del efecto de los fitoncidas sobre la función de las células NK (las células encargadas de las defensas del organismo).

En su primer experimento, el doctor Qing Li incubó células NK humanas con fitoncidas durante cinco días, con estos aceites esenciales de madera:

Aceite de las hojas de Chamaecyparis (hinoki)
Aceite del tronco de Chamaecyparis (hinoki)
Aceite del tronco de Crytoperia (cedro japonés)
Aceite del tronco de cedro blanco (hiba)
Aceite del tronco de Chamaecyparis taiwanensis
Alfa-pineno, 1.8-cineol y D-limoneno

Tras cinco, seis o siete días de incubación, los resultados mostraron que tanto la actividad de las células NK como la presencia de proteínas anticancerígenas (perforina, granzima A y granulisina) habían aumentado. Las investigaciones del Dr. Qing Li son realmente fascinantes y todavía hoy maravillan al mundo.

Por otra parte, un estudio del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Mie, en Japón, ha demostrado que la fragancia cítrica del fitoncida D-limoneno es más efectiva que los antidepresivos para potenciar el buen humor y asegurar el bienestar emocional en pacientes con trastornos mentales.

El nacimiento del shinrin-yoku

La filosofía de regresar a los bosques para curarnos es por lo tanto antigua, pero las investigaciones científicas que empezaron en los años 80 en Japón han llamado la atención de las autoridades sanitarias, hasta convertirlo en tendencia en todo el mundo. No solo ponen de relieve la importancia de proteger nuestros bosques de una manera más consciente, sino de la necesidad de que los urbanitas retomen el contacto con su hogar natural.

Todo empezó con la pregunta: ¿Por qué los beneficios de estar rodeados de naturaleza son tan manifiestos? El Ministerio Forestal del Japón encontró las primeras respuestas con el descubrimiento de las explicaciones de Boris Tokin sobre las fitoncidas. En 1982 inició un programa para demostrar que los «baños de bosque» son beneficiosos para la salud: «Este programa fue el primero que propuso el uso de la palabra shinrin-yoku, un neologismo en el idioma japonés que combinaba las palabras shinrin “bosque” y yoku “bañarse” en un solo término compuesto. Varios centros de investigación comenzaron a comparar los sujetos que seguían el programa nacional de shinrin-yoku y los que no». Se publicaron muchos estudios con diferentes resultados, pero siempre a favor de la naturaleza. Los científicos comenzaron a sospechar que el «veneno» de los árboles, las fitoncidas, favorece cambios hormonales que mejoran nuestra salud», explican los autores de Shinrin-yoku.

En los últimos años, los resultados científicos y prácticos han sido tan espectaculares que, primero en Japón y actualmente en todo el mundo, existen bosques y rutas específicas dedicadas a esta actividad preventiva para la salud

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